martes, 23 de septiembre de 2008

Yo también he tenido veinte años



Mis veinte años, a diferencia de los veinte años de los muchachos de ahora, estaban cargados de madurez, responsabilidad, sufrimiento, trabajo y disciplina. Poca diversión, alguna noche sin pegar ojo, y mucho curro para sacar a mi hijo adelante. Pero también fueron años de aprendizaje y experiencia y alguna que otra locura. Hasta los veinte años no descubrí la noche, salir de juerga con los amigos, bailar hasta altas horas de la madrugada, conocer gente nueva, chicos que se interesaran por mí, etc... Pero todo esto lo hice de golpe, con veinte años. Ahora los muchachos empiezan a salir pronto, en cuanto pueden disfrutan de la noche, algunos sin probar el alcohol y las drogas y otros muchos haciéndolo.
Es verdad que se pasan tres pueblos bebiendo y tomando drogas. Y cada vez comienzan más pronto a hacerlo, ¡qué pesada soy siempre digo lo mismo!, pero es verdad parece que si no beben, no se divierten. Algunos dicen que beben para perder la vergüenza. Pero lo que pierden es el control.
No voy a decir que yo no beba nada, sería mentira, no necesito beber para divertirme, pero si es cierto que cuando surge salir por ahí, de copas, mi Bombay Sapphire con limón que no falte. Yo no he necesitado nunca beber, ni para ligar, ni para bailar, ni para perder la vergüenza, y sí reconozco que, tres veces, en treinta y siete años, me he cogido un buen moco. La primera vez tenía alrededor de veinticuatro años, cenamos en un restaurante chino y bebí, creo que bastante sangría, y la gente con la que iba tuvo la estupenda idea de llevarme al Bingo, hasta que me echaron, según mis amigos decían que había dos personas que cantaban las bolas y una de ellas era yo. La segunda fue a base de vermuts, era verano y nos juntamos todos en el chalet de unos amigos, nos fuimos por los bares del pueblo y en cada bar un vermut, yo creo que al tercero ya estaba un poco pedo, así que, ya no tomé más, pero cuando llegué a casa todo me daba vueltas. Y la tercera y la que mis amigos me recuerdan cada vez que nos juntamos, tendría veintiocho años, estábamos celebrando el cumpleaños de mi amigo Gustavo en un restaurante chino, ¡cómo no!, y me pasé con el licor de flor, entre Olga y yo nos tomamos un litro, yo perdí la cuenta, pero me sentó fatal, al día siguiente no era persona. Nunca más he vuelto a beber ese asqueroso licor. Para aprender las cosas te tienen que ocurrir. Cada vez que voy a un chino con mis amigos y piden una botella de licor de flor, siempre está el graciosillo de turno que dice:
-Una botellita de licor de flor para la señora, por favor.




3 comentarios:

Unknown dijo...

Antonio

Bueno a todos los hombres vemos mas atrativa una mujer medio vestida que desnuda, tiene ese encanto a lo desonocido, el morbo por descubir que hay, creo que una mujer cuando se pone sus traje de guerra no hay quien la pare, excepto encontrarse a su hijo, jejejeje

tengo un video que vendria genial para este relato, como se te puede enviar

Silvia Morales dijo...

Si yo creo que a las mujeres nos pasa igual, preferimos a un hombre semidesnudo. Me puedes enviar el vídeo a mi correo Kimberlie89@hotmail.

Silvia Morales dijo...

Si yo creo que a las mujeres nos pasa igual, preferimos a un hombre semidesnudo. Me puedes enviar el vídeo a mi correo Kimberlie89@hotmail.