lunes, 25 de diciembre de 2017

El monólogo. La vida interior del personaje


El monólogo interior es, en el orden de la poesía, el discurso sin auditor y no pronunciado, mediante el cual un personaje expresa sus sentimientos más íntimos, más cercanos al inconsciente, anteriores a cualquier organización lógica, es decir, en embrión y para ello se vale de frases directas reducidas sistemáticamente a lo indispensable, para dar así la impresión de “lo magmático”.
El intento de reflejar el discurrir de la conciencia es, por supuesto, puro juego literario: el escritor finge transmitir con fidelidad el proceso mental de un ser humano.
El proceso de invención del monólogo interior supuso que los tres jugadores, es decir, el escritor, el narrador y el lector se resituasen en el texto:
El escritor: aparentemente se convierte en una grabadora de la mente de sus personajes, sin intervenir en el texto como tal.
El narrador: su participación o no en el relato es la piedra angular de esa bajada más o menos profunda a la mente de los personajes.
El lector habituado a tener un narrador que le cuente lo que ocurre tiene que variar su cómoda postura de espectador privilegiado, porque en el monólogo interior  el lector “oye” lo que piensa el personaje, y ese pensamiento es confuso,
balbuceante, contradictorio. Para esa inmersión hacia los más recónditos lugares de la mente se han utilizado dos vías: la tercera y la primera persona.
La tercera persona: el narrador psicólogo.
La forma tradicional de acceder a los personajes por la vía de la tercera persona es el narrador psicólogo: consiste en un narrador omnisciente que accede al interior de las criaturas de ficción, “elabora” sus reflexiones y les expone y analiza por medio de un discurso lógico, gramaticalmente bien construido. El análisis interior directo es un puente entre la forma más tradicional de penetrar en la mente de los personajes el narrador psicólogo y la más innovadora –el monólogo interior narrado- En él, el narrador ya no hace un análisis exhaustivo de lo que el personaje piensa o siente, sino que reproduce ese pensamiento, se convierte en el ventrículo de su voz. Pero como no ha desaparecido del todo, lo hace en tercera persona y en pasado, usando fórmulas como él dijo, él pensó….Además el discurso es aún lógico, y la gramática y la ortografía todavía conservan intactas todas sus reglas.
Último puerto del monólogo en terceras persona: el lazarillo se desvanece o más bien, finge en contacto directo con el personaje, y el narrador se manifiesta sólo de vez en cuando para indicarnos movimientos descripciones espaciales: se ha convertido en una especie de conserje. Las fórmulas él pensó, él sintió desaparecen. Asistimos al proceso interior de los personajes sin presentaciones.
La primera persona:
La forma más directa de acceder al flujo de la conciencia del personaje es la primera persona. En ella, narrador y personaje se han fundido en uno solo.
En el monólogo interior directo la conciencia desnuda del personaje está frete al lector. No hay intermediarios.
Como sucedía en el caso de la tercera persona, cuando seguimos el camino de la primera, también podemos optar por una estación intermedia; en este caso, su nombre es introspección.
En la introspección, un narrador protagonista se autoexamina, habla consigo mismo, reflexiona sobre la vida y el mundo. Su vida interior llega hasta el lector encauzado por la lógica. El objetivo es el análisis subjetivo del personaje. La acción exterior tiene importancia sólo en cuanto se refleja en la conciencia del narrador protagonista.
Si hasta ahora el monólogo había sido una “visita guiada” al paisaje interior del personaje de la mano del narrador, ahora éste desaparecerá del todo. No aparece ni siquiera para hacernos indicaciones prácticas o descripciones de lugares, como en el caso del monólogo interior narrado (en tercera persona), ni se autoexamina y, nos explica lo que sucede como en el caso de la introspección. En este tipo  de monólogo, el objetivo del escritor es imitar los procesos mentales de los seres humanos, poner una grabadora en su cerebro de forma que escuchemos el merodeador caótico, balbuceante, de la conciencia. El objetivo es que no haya guía, que no haya lógica, ni camino, tal y como sucede en la mente.
El monólogo es un diálogo silencioso del personaje consigo mismo; el soliloquio, sin embargo, requiere un interlocutor. Ese interlocutor no contesta, pero está presente al menos en la mente del que habla.
De hecho, el soliloquio es un monólogo en voz alta, referido a un “tú”
A este tipo de punto de vista lo hemos llamado la segunda persona, un punto de vista que se introdujo sobre todo con las formas experimentales de la literatura de la segunda mitad del siglo XX.
A diferencia del monólogo interior –narrado o directo- el soliloquio conserva su lógica gramatical, puesto que en realidad es, una de las dos partes de un diálogo. El lenguaje del soliloquio está más cerca del habla que de la lengua escrita; por eso el escritor deberá lograr ese equilibrio al que nos referíamos cuando analizábamos el diálogo; una estudiada naturalidad.
El monólogo interior es una vía arriesgada para narrar una historia, ya que puede llevarnos a la enumeración sin destino. Lo mejor es entreverar, con los espacios  interiores de los personajes, sensaciones que vengan del exterior, y combinar distintos discursos: los dos tipos de monólogo interior, el narrador  y el directo, con descripciones narrativas clásicas y con diálogos.
RECURSOS Y JUEGOS LINGÜÍSTICOS
Construcción de monólogos interiores.
La estrategia del monólogo interior consiste en eliminar normas lingüísticas, pero no hasta el punto de dejarlo tan desnudo que sea incomprensible.
El juego con el lenguaje es imprescindible para representar el flujo del pensamiento: la invención de palabras, la búsqueda de onomatopeyas ortográficas y gramaticales, son algunos de los procedimientos para quebrar las formas.
Hacer desaparecer toda clase de puntuación en el texto es uno de los métodos más usuales de quebrar las formas.
El discurso del monólogo interior nunca es lógico, se interrumpe, se zarandea en una mezcla permanente de cambios de tema, asociaciones extrañas, sensaciones…El exterior –lo que ve el personaje se mezcla con el interior- lo que está pensando –una sensación con un recuerdo, un recuerdo con un pensamiento.
La conciencia del personaje reacciona constantemente a los estímulos exteriores.
Ejercicio
Coger un monólogo de cualquier novela y eliminar la puntuación, inventar juegos onomatopéyicos con sonidos que sugieran el texto.
Reinventar palabras, utiliza todos los sentidos para descubrir el mundo exterior, elabore enumeraciones caóticas. Todo ello cabe en el monólogo interior.

LECTURAS RECOMENDADAS
Tiempo de silencio (Luis Martín Santos)
Cinco horas con Mario (Miguel Delibes)
Un rugido extraño (Largo noviembre en Madrid) (Juan Eduardo Zuñiga)
Una llamada telefónica (La soledad de las parejas (Dorothy Parker)

PROPUESTA EJERCICIO

Escoger un trayecto que se realice todos los días.
Escribir por separado estos tres pequeños textos:
Descripción de ese trayecto, centrándose sobre todo en las percepciones físicas que encuentre: ruidos, olores, sensaciones en la piel…Cuente eso en tercera persona.
Reflexiones que provoque  aquello que se ve, en primera persona.
Un recuerdo en primera persona
Trenzar esos tres discursos combinando las intervenciones del narrador
Realizar varias combinaciones pruebas que permitan entender el mecanismo  de este recurso, hasta conseguir  un texto que sugiera  ese “caos ordenado” que es el flujo de la conciencia.




lunes, 18 de diciembre de 2017

Tierras llanas de Castilla


En un trayecto de ida y vuelta,
con los cinco sentidos
más el que me enseñó a llorar,
entretengo mis pies dormidos
por  las tierras llanas de Castilla.
La manzanilla reseca por un Agosto raro
endulza mis labios encendidos
y  el pan blanco de Tahona quema mi lengua ansiosa,
aún así, envuelvo con su miga deshecha
una pieza de la matanza de otros años
reconociendo el orégano entre la textura del gorrino muerto.
Salgo  de casa con los huesos calientes,
cojo la linde al molino de agua,
no me llega el aroma de un otoño anterior,
no percibo el calor a encina chamuscada,
ni a pelo de perro chorreado,
una tras otra cabalgan gotas saladas por mi nariz de Cyrano
y guardo en la entretela del gabán de las inclemencias
las manos que me dan de comer.
No me corea vida animal como en verano,
las aves buscan el recuerdo de otras estaciones
y desaparecen.
Voy acompañada de las hojas doradas
esparcidas por  la vereda de lo que fue un río de lavar,
me escoltan los chopos desnudos,
el crujir de sus vestiduras dañan los oídos a mi paso.
En un cambio de sentido
un cencerro llama mi atención entumecida
y evoco con asco el primer sorbo de nata.
Doy un giro de noventa grados,
y me acomodo a los pies de esa reliquia del pasado,
recojo una imagen inventada
del trigo limpio en la muela,
hasta que cae como  lluvia dorada al cedazo.
Las telas enredadas de las arañas,
habitan otras piedras de moler que no son éstas,
mi  ojo  derecho  busca el color vida de la primavera
y el izquierdo, el  izquierdo también.
El camino a casa se vuelve de viento seco,
regreso al prado donde  alguna Charolesa
rumia en calma,
las alamedas a lo lejos me saludan al pasar
y  una rendija de esperanza
colorea el blanco nuclear de un cielo espeso.
Un vencejo valiente,
contempla desafiante
mis maniobras al cruce de miradas,
sus garras de presa
custodian desde el borde el pozo de los caídos.
Mi sentido más desarrollado
hace el resto y distingo sin verlo
 un galgo de poca valía entre las aguas contaminadas del dolor,
 una lágrima brota con fuerza
dejándome  un surco helado a su paso.
El  tañido de  campanas anunciando el Ángelus
me devuelve a la realidad de un pueblo sin sentido.
Mis dedos opalinos rozan con ganas
el ropaje aterciopelado del  pajarillo cómplice,
y él, agradecido, me sonríe.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Los pájaros impresos

El hierro temblando en mis manos,
los ojos sangrando porque llorar puedo,
ni hablar aunque sea del tiempo,
ni cantar para la libertad, aunque no sea Joan Manuel,
ni silbar al aire fresco,
ni sonreír con la alegría de estar vivo,
ni saludar con el gesto de esos días,
ni  siquiera andar como si se me fuera la vida en ello.
¡Quiero ser libre aunque sea preso!
Preso por mí mismo,
por lo que pienso, cuando pienso.
Ni pintar tu carita  limpia de cualquier culpa,
ni que me dibujes mujeres con bebe a bordo,
ni parejas felices o asustadas como estoy  yo,
mariposas despiertas,
estrellas de las que mueren de pena,
ni pájaros que hacen nidos con ramitas de colores
no hay anuencia para todo aquello.
¡Quiero ser libre aunque siga preso!
Con la gracia de los cinco años
mi niña me trae unos pájaros impresos,
sin permiso no los puedo disfrutar.
Vuelve otro día de misa y asueto,
esta vez, colorea un árbol con ruedecitas en sus copas,
son  naranjas,
o tal vez otra fruta que no conozco.
Su manita con aroma a punta recién estrenada
cubre mi boca y me manda callar
y antes de contar tres me golpea con su vocecilla:
- Bobo, son los ojos de  los pájaros impresos.
¡Quiero ser libre aunque esté muerto!