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martes, 1 de julio de 2008

Bienvenida a la familia

¡Qué guapa! Es una gran noticia para los que amamos a los animales, que se una a la familia, un nuevo miembro. ¡Cómo me gusta! Ya verás cuanta compañía os va a hacer chicas.

María, mi sobrina, siempre ha deseado un perrito en casa, se ha tenido que conformar durante muchos años con un conejo, pero como todo en esta vida llega, solo hay que desearlo con mucha fuerza. Primero fuí yo la que adopte una perrita de la perrera de Cantoblanco que a los quince días se murió de moquillo, después llegó el gran DANKO, tres años más tarde, mi hermana nos anunció la llegada de ALBA y ahora Luci y María nos descubren su nueva mascota, ponerla nombre pronto que si no se quedará como mi gata con PUTILLA. Ya estoy deseado acariciarla.







lunes, 24 de marzo de 2008

¿En qué nos hemos convertido?

Hace pocos días, me enteré por mi cuñado de una noticia, que os tengo que contar, aunque muchos de vosotros ya os habréis enterado. Un tal Guillermo Vargas, ató a un perro abandonado y enfermo que murió de hambre y sed en una Galería de Arte. Por lo visto forma parte de su obra. ¡Ay que joderse! ¿Cómo se le puede llamar a eso arte? Se me pone la carne de gallina solo de pensarlo. Además me pregunto una cosa ¿quién ha ido a ver esa exposición de “arte”? ¿Hay personas que han visitado la dichosa exposición y no han hecho nada? No me lo puedo creer... Y lo peor es que quiere repetir. Se dice que los animales son irracionales pero, ¿quién es más irracional?



Os dejo con una relato que escribí hace unos años mientras intentaba salvar la vida a un perro que dejaron abandonado.

SANGRE DE GALGO


Con la majestuosa pala, grandiosa para unos, tediosa para otros, se pone fin al sufrimiento largo y triste que vivía un cadavérico galgo en un pueblo de Ávila.
Pueblo recóndito cubierto por la hojarasca verde, verde esperanza que hoy se cubre de un color rojo, rojo intenso por la pérdida de este animal, muerto a causa del abandono de los habitantes de este sórdido lugar infectado por la envidia y el egoísmo.
Con la salida del sol ya estaba vagando por los rincones, blanco y esquelético, plagado de pulgas y garrapatas, una pata en carne viva y el rabo entre las piernas, buscaba, como cada día, un poco de agua en la fuente donde dos habituales muchachos pasaban el rato:
-Mira, ahí está el perro- dijo uno de ellos.
-Mi padre dice que si no se muere pronto le pegará un tiro –le contestó el otro.
-Pobrecito ¿no? ¿Sabes de quién es?
-Si es de un cazador que vive en la entrada del pueblo, le soltó el verano pasado porque no servía para correr las liebres.
-¿Nos acercamos? –preguntó el más lanzado.
-Tú estás loco, si mi padre me encuentra cerca de él, ni te cuento -exclamó el más pequeño, agarrando al otro de la camisa.
-¿Qué tiene en el cuello?
-Son las marcas que le han quedado al escaparse de la soga con la que pretendían ahorcarlo –aseguró el chico.
-Parece que estás muy enterado del tema
-Si mi padre lo cuenta, cada día.

Yo, a pocos metros de los niños escuchaba atentamente la conversación, y decidí seguir con la labor de ayudar al perro.

Después de saciar su sed acudía en busca de comida. Sin encontrar nada en su camino y con las tripas vacías regresaba a su hogar, un viejo depósito de agua en lo alto de una era, sucio y cochambroso, pero seguro, ahí nadie le haría daño. Con todo el dolor de mi corazón y los ojos cubiertos de lágrimas, fui presurosa a contar lo sucedido al Alcalde del pueblo.
Tras una breve charla, en la que el Alcalde se limitó a decir que la Diputación de Ávila no se hacía cargo de los perros abandonados, volví al depósito, con el fin de llevarle un poco de agua, comida y curarle la pata.

Estaba tumbado, sus ojos fijos en los míos, transmitían pena y soledad, presa de una complicidad absoluta, me acerqué a él, le deje un plato con pienso, unos mendrugos de pan y un barreño con agua. Puse su pata entre mis manos, no se movía, hasta que descubrí lo que habitaba dentro de ella, gusanos, de un fuerte salto solté la pata, y tomé conciencia de lo que estaba haciendo. Respiré profundamente y pensé -ni con antibióticos se curaría, había que amputar-. La solución era llevarlo a un albergue, ¿encontraría a alguien en el pueblo que me quisiera ayudar? Salí de allí, decidida a preguntar uno por uno, si hacía falta, hasta encontrar a alguien que nos llevara a algún lugar. Pero me encontré rodeada de multitud de gente preparada para un gran acontecimiento. Uno de ellos, pala en mano, me apartó de un empujón y entró donde se hallaba el perro. Ningún ruido, ni el más leve soplo del viento se escuchaba, solo el ahogado alarido del animal al machacar su pequeña y consumida cabeza. Arrebatada por la ira, indignada por la impotencia y castigándome por no haber llegado a tiempo a su salvación, acusé a los habitantes del pueblo de asesinos y lo teñí de odio al igual que ellos tiñeron de dolor mi alma con la sangre del galgo.

domingo, 2 de marzo de 2008

Animalillos


Acabo de subir de pasear al perro, ¡qué cansancio! En lugar de un perro parece que tengo un toro. Cuando hace bueno, como es el caso de hoy, apetece dar una vueltecita con él, pero cuando hace frío, ¡qué pereza! Si llueve, como le molesta el agua, no se menea del portal, me cuesta un huevo moverle, llego a casa igual de cansada que si hubiera corrido por lo menos, por lo menos un kilómetro. Lo mejor es cuando nieva, ¡le encanta! entonces es él quien me saca a pasear a mí. Casi siempre, me encuentro a las mismas personas y a sus perros y siempre hablamos de los mismos temas:
-Buenos días.
-Hola ¿Qué tal?
-Ya ves, aquí, esperando a que haga sus cositas.
-Yo ya me voy que llevo una hora en la calle.
Una hora, ¡válgame! Yo le tengo diez minutos y parece que llevo una eternidad. Lo mejor de todo es, que durante el tiempo que dura el saludo, mi perro lo pasa tiritando de miedo, da igual que sea un caniche que una vaca.
Me encuentro a la señora que pasea a Lobo todos los días un Hasky (la vaca como diría Lola, una compañera mía que su madre tenía un perro igual y le llamaba así, por lo tanto ahora todos los Haskys para mí son vacas) pesará 60 kg y tiene los ojos azules, es un perro precioso y buenísimo. Danko, que así se llama mi perro, es verle, aunque yo creo que no le ve, que le huele, porque mi perro ver lo que se dice ver, ve poco. Pero a lo que voy, es olerle y levanta la pata, mete el rabo entre las piernas y empieza a tiritar, menuda defensa que tengo con él.
-Hola.
-Buenos días.
Danko tiritando. Por un momento, mi perro se acerca a una rueda y empieza a chuparla.
-Danko, no seas guarro –le digo.
-Si hija, todo lo tienen que oler y chupar.
Danko deja de chupar y vuelve a tiritar.
-¿A ti no se te pone malo? –me pregunta la señora.
-Sí, hace poco le lleve al veterinario porque tenía una bacteria –contesto.
-Fíjate, pero que le vamos a hacer, los perros son así,
-Sí claro, lo único que podemos hacer es regañarles, venga hasta luego.
Y dejo la conversación, porque mi perro estaba a punto de sufrir un infarto.
Y así todos lo días más o menos.
Casi en la puerta de casa, me encuentro a dos chavales, de unos 10 y 12 años. Se acercan y empiezan a decirle cositas… ¡qué bonito! ¿Muerde? ¿Le puedo acariciar? ¿Cómo se llama? ¡Qué de preguntas en un segundo! Menos mal que se acerca un vecino que parecía conocer a los niños.
-Ey chavales, ¿vaya partido ayer?
-Sí, cuatro, le metieron cuatro al Barça –contesta el mayor de los dos.
-¿Y qué me dices del Madrid? –pregunta el vecino al chaval más pequeño.
-¡Qué pasada! Robinho es genial y no digamos Casillas, y ¿tú de que equipo eres? –me pregunta.
Yo miro al perro que está un poco harto de que le toquen las orejas y como el que no quiere la cosa digo:
Uy que tarde es! ¿Verdad Danko? Otro día seguimos hablando de fútbol ¿vale chicos?
No es que me importe decir de que equipo soy, ni de coña, simplemente que no conozco a ningún jugador de la Real Sociedad en estos momentos. Me hice de este equipo en los mundiales del 82 gracias a una neumonía que me dejó en cama tres meses y me tragué todos los partidos de España junto a mi padre. En ese mundial la selección contaba con varios jugadores de la Real Sociedad, como Arconada, Satrústegui, López Ufarte, Zamora, de ahí que me guste este equipo y como no soy chaquetera seguiré así hasta el final, pero por si los chicos me preguntaban he preferido salir corriendo. ¡Qué cosas ocurren cuando sacas a pasear al perro! En otra ocasión os contaré la encuesta política que me hicieron cuando estaba recogiendo una caca de Danko.