lunes, 24 de marzo de 2008

¿En qué nos hemos convertido?

Hace pocos días, me enteré por mi cuñado de una noticia, que os tengo que contar, aunque muchos de vosotros ya os habréis enterado. Un tal Guillermo Vargas, ató a un perro abandonado y enfermo que murió de hambre y sed en una Galería de Arte. Por lo visto forma parte de su obra. ¡Ay que joderse! ¿Cómo se le puede llamar a eso arte? Se me pone la carne de gallina solo de pensarlo. Además me pregunto una cosa ¿quién ha ido a ver esa exposición de “arte”? ¿Hay personas que han visitado la dichosa exposición y no han hecho nada? No me lo puedo creer... Y lo peor es que quiere repetir. Se dice que los animales son irracionales pero, ¿quién es más irracional?



Os dejo con una relato que escribí hace unos años mientras intentaba salvar la vida a un perro que dejaron abandonado.

SANGRE DE GALGO


Con la majestuosa pala, grandiosa para unos, tediosa para otros, se pone fin al sufrimiento largo y triste que vivía un cadavérico galgo en un pueblo de Ávila.
Pueblo recóndito cubierto por la hojarasca verde, verde esperanza que hoy se cubre de un color rojo, rojo intenso por la pérdida de este animal, muerto a causa del abandono de los habitantes de este sórdido lugar infectado por la envidia y el egoísmo.
Con la salida del sol ya estaba vagando por los rincones, blanco y esquelético, plagado de pulgas y garrapatas, una pata en carne viva y el rabo entre las piernas, buscaba, como cada día, un poco de agua en la fuente donde dos habituales muchachos pasaban el rato:
-Mira, ahí está el perro- dijo uno de ellos.
-Mi padre dice que si no se muere pronto le pegará un tiro –le contestó el otro.
-Pobrecito ¿no? ¿Sabes de quién es?
-Si es de un cazador que vive en la entrada del pueblo, le soltó el verano pasado porque no servía para correr las liebres.
-¿Nos acercamos? –preguntó el más lanzado.
-Tú estás loco, si mi padre me encuentra cerca de él, ni te cuento -exclamó el más pequeño, agarrando al otro de la camisa.
-¿Qué tiene en el cuello?
-Son las marcas que le han quedado al escaparse de la soga con la que pretendían ahorcarlo –aseguró el chico.
-Parece que estás muy enterado del tema
-Si mi padre lo cuenta, cada día.

Yo, a pocos metros de los niños escuchaba atentamente la conversación, y decidí seguir con la labor de ayudar al perro.

Después de saciar su sed acudía en busca de comida. Sin encontrar nada en su camino y con las tripas vacías regresaba a su hogar, un viejo depósito de agua en lo alto de una era, sucio y cochambroso, pero seguro, ahí nadie le haría daño. Con todo el dolor de mi corazón y los ojos cubiertos de lágrimas, fui presurosa a contar lo sucedido al Alcalde del pueblo.
Tras una breve charla, en la que el Alcalde se limitó a decir que la Diputación de Ávila no se hacía cargo de los perros abandonados, volví al depósito, con el fin de llevarle un poco de agua, comida y curarle la pata.

Estaba tumbado, sus ojos fijos en los míos, transmitían pena y soledad, presa de una complicidad absoluta, me acerqué a él, le deje un plato con pienso, unos mendrugos de pan y un barreño con agua. Puse su pata entre mis manos, no se movía, hasta que descubrí lo que habitaba dentro de ella, gusanos, de un fuerte salto solté la pata, y tomé conciencia de lo que estaba haciendo. Respiré profundamente y pensé -ni con antibióticos se curaría, había que amputar-. La solución era llevarlo a un albergue, ¿encontraría a alguien en el pueblo que me quisiera ayudar? Salí de allí, decidida a preguntar uno por uno, si hacía falta, hasta encontrar a alguien que nos llevara a algún lugar. Pero me encontré rodeada de multitud de gente preparada para un gran acontecimiento. Uno de ellos, pala en mano, me apartó de un empujón y entró donde se hallaba el perro. Ningún ruido, ni el más leve soplo del viento se escuchaba, solo el ahogado alarido del animal al machacar su pequeña y consumida cabeza. Arrebatada por la ira, indignada por la impotencia y castigándome por no haber llegado a tiempo a su salvación, acusé a los habitantes del pueblo de asesinos y lo teñí de odio al igual que ellos tiñeron de dolor mi alma con la sangre del galgo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me quito el sombrero

Anónimo dijo...

Hola, soy el paseante, de vez en cuando me asomo a tu ventana y temáticas como ésta me llenan de indignación, os dejo una dirección http://www.petitiononline.com/13031953/petition.html que recoge las firmas de gente de bien que tratan de impedir que se repita este bochornoso acto en la próxima Bienal de ¿Arte? de Honduras (2008).
Por lo demás, te doy mi apoyo, ten esperanza..., aunque las cosas se tuerzan, ten esperanza.

Anónimo dijo...

Gracias anónimo por tu apoyo, la esperanza es lo último que se pierde. Paséate todo lo que quieras por el blog, eres bienvenido.

Anónimo dijo...

María te quiero.
Y ya sabes:

NOS NEGAMOS A ACEPTARLO. SE VA A PONER BUENO TARDE LO QUE TARDE.