lunes, 12 de marzo de 2018

La verosimilitud. La lógica del mundo posible

La verosimilitud no depende de un solo componente. Todos los elementos que conforman el relato deben aportar su grano de arena en la construcción de esa aparente realidad que es la literatura.
Un relato debe ser verosímil, pero esto no es lo mismo que decir realista. Un hecho sobrenatural, un viaje al espacio exterior, la metamorfosis de un viajante de comercio en insecto. Pero solo obtendrá categoría de literatura si esos hechos son presentados al lector de forma admisible, si el lector puede suspender su incredulidad mientras lee.
La palabra mágica que produce ese efecto de “suspensión” es coherencia. Aunque la historia que contamos sea una mentira ese relato debe mantener una coherencia interna de tal forma que exista una continuidad indiscutible que dote a la historia de  autenticidad.
El estilo
En cuanto a la forma de representar la realidad algunos autores han conseguido mundos tan sólidos que son habitables en cualquier época.
El secreto es la cohesión absoluta entre el fondo y la forma, entre lo que se cuenta y el cómo se cuenta; de este modo, el lector se introduce en ese mundo sin plantearse la disociación realidad-fantasía, porque la solidez de dicho mundo es total. Encontrar el estilo apropiado para contar una historia es indispensable a fin de conseguir ensamblar el fondo y la forma, lo que contribuye de manera esencial a la verosimilitud de la misma.
Algunos de los principios que ayudan a construir ese mundo en cuatro dimensiones:
-Hacer vividos nuestros relatos mediante la selección de pequeños detalles que proporcionan al texto esa apariencia real.
-Documentarse o hablar de lo que se conoce es imprescindible para que nuestras narraciones no sean conjeturas sino certeras. Ernest Hemingway dijo: “cuando un escritor omite cosas que no conoce aparecen como agujeros en el texto”
-Mostrar a los personajes en acción nos ayudará a conseguir personajes “vivos” y  por lo tanto, creíbles.
El narrador – El punto de vista
La coherencia del punto de vista del narrador es fundamental para conseguir que el lector evite su incredulidad y que se sumerja en ese estado de ensueño que le permite vivir lo contado como si fuera real.
Es imprescindible que el narrador cumpla las leyes del punto de vista al que está sometido.
-El narrador en primera persona no puede entrar en la mente de otro personaje: si este tipo de narrador se dispone a contarnos lo que está pasando en la conciencia del personaje que tiene enfrente, habrá roto la coherencia del punto de vista.
-El narrador cuasi omnisciente (el narrador cámara) tampoco puede adentrarse en la conciencia de los personajes y eso incluye al protagonista.
El escritor cuenta siempre con la opinión de introducir a varios narradores, con lo que el punto de vista varía.
En el siglo XX (segunda mitad) surgieron algunas posibilidades dentro de las corrientes experimentales: las conocimos con el nombre de perspectiva itinerante.
Este cambio de perspectiva debe ser cuidadosamente introducido en el texto, ya que no hacerlo así equivale a que el lector se sienta desorientado, no sepa quién habla o sé pregunte porqué, de pronto el narrador ha pasado, por ejemplo, de expresarse en primera persona a hacerlo en tercera.
Otro de los elementos narrativos que aporta unidad al relato es el tono, ofrecemos coherencia al narrador a través de su tono, y variarlo arbitrariamente representa incumplir una de las principales leyes de la verosimilitud.
Si damos voz a un narrador que duda contantemente, que vacila, que pregunta, estaremos utilizando el tono consultivo; ese narrador no puede convertirse de la noche a la mañana en un narrador irónico, por ejemplo.
El narrador, de hecho, es como un personaje, nos presta su apariencia desde el primer momento, y esa apariencia, es, al fin y al cabo, nuestra postura frente a la historia: una postura irónica, íntima, fría, vacilante…
La novela no está compuesta por una sola voz, por ejemplo, la novela que cruza el puente entre el siglo XIX y XX introduce en el discurso otras voces distintas a la del narrador: las voces de los personajes.
Es lo que se ha llamado la polifonía novelesca. Polifonía significa “variedad de voces” y eso es lo que se produce en la novela polifónica: el narrador cumple las funciones de un director de orquesta, como cohesionador y organizador, pero la novela es “interpretada” por muchos instrumentos y cada uno de ellos habla su propia voz.
Y los personajes no sólo se expresan en los diálogos sino que también “escuchamos” la voz de su mente por medio del monólogo.
El principal objetivo del monólogo interior era, precisamente, reducir a la mínima expresión al narrador y conectar de un modo directo al lector con el pensamiento en estado puro de los personajes. Para conseguir la verosimilitud de esa nivel interno de la conciencia, el escritor sometía su discurso a vaivenes, a constantes cambios de tema, a juegos de palabras.
La ventaja que la polifonía nos concede es lo siguiente: mantener la coherencia del punto de vista y del tono del narrador es indispensable, pero es un discurso tan extenso como la novela esa coherencia puede llevarnos a la monotonía: y, para evitarle, la polifonía nos aporta una gran variedad de discursos. Cediendo la voz a cada personaje cambiaremos el tema, ya que cada uno de ellos tendrá su propia personalidad y por tanto, también su propia forma de hablar.
Una manera de dotar de coherencia a los personajes y, por lo tanto, de darles verosimilitud es hacer creíble su forma de hablar. El modo de expresarse responda a dos variables:
-La variable individual: cada personaje utilizará, lo mismo que el narrador, un “tono de voz” a tener de sus propias características (dulce, agresivo, locuaz, lacónico, sarcástico…)
-La variable social: interviene más o menos según  el tipo de personajes que estamos dibujando.
Hay que tener en cuenta, por último, que la “forma de hablar” de un personaje no es sólo su lenguaje verbal, sino también ese otro lenguaje, a veces incluso más importante, que es el lenguaje no verba, formado por gestos, silencios, formas de moverse o mirar. Y este otro lenguaje también debe incluirse en el personaje para darle apariencia de vida.
EL ESPACIO
Definir bien el espacio, construir sólidamente ese mundo en el que vive el homo fictus, es indispensable para la credibilidad de la historia.
La selección de los pequeños detalles edifica ese espacio único. Porque esa selección no es neutral, sino que dota al espacio de una textura que lo califica desde otro ángulo: el psicológico. Y así el espacio no sólo sirve para construir un territorio físico en el que se desenvuelven los conflictos, sino un lugar psicológico emocional, que llegamos a conocer como si lo hubiéramos visitado, que proporciona al texto uniformidad y por añadidura verosimilitud.
Por más disparatada que sea la historia que nos hemos propuestos contar, deberemos buscar la manera de que es historia cumpla las leyes de la verosimilitud.
RECURSOS Y JUEGOS LINGÜÍSTICOS
El campo semántico: la familia de las palabras.
El campo semántico está formado por un conjunto de palabras que tienen en común un concepto-etiqueta, es decir, que guardan una relación de parentesco en cuanto a su significado. Por ejemplo, el campo semántico de la palabra mar, estaría compuesto por todos los términos que se relacionan con ella: océano, agua, mareas, barco, puerto, Neptuno, sueños…
Para trenzar ese hilo en el texto, debemos elegir el campo semántico de una palabra e invitar a los miembros de su misma “familia” en la narración, de forma que cada adjetivo que necesitemos, cada comparación, cada metáfora, forme parte de esa familia de palabras.
Ejercicio
Contar una historia de amor ardiendo utilizado como concepto-etiqueta la palabra juego
Términos que pertenecen al campo semántico juego: chispa, llama, hoguera, volcán, calor, luz, calefacción, humo, ceniza, quemadura, cortafuego, ardor, quemar, calcinar, atizar, encandilar, chisporrotear, crepitar, prende, encender, apagar, extinguir, combustible, madera, carbón, lengua de fuego, rescoldo, tizón, yesca, lumbre, abrasador, ardiente, candente, incandescente, tórrido, incombustible, refractario…

LECTURAS RECOMENDADAS
EL HORROR SEGÚN LOVECRAFT (Howard Philips Lovecraft)
CRÓNICAS MARCIANAS (Ray Bradbury)
ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA FANTÁSTICA (Jorge LuisBorges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo)

PROPUESTA EJERCICIO
Repasar de las narraciones elaboradas. Observar las leyes de la verosimilitud referente al estilo, narrador, punto de vista, tono, personajes, lenguaje verbal, lenguaje no verbal y el espacio.
Después reescribir 

jueves, 1 de marzo de 2018

Como un algodón de azúcar



Te regalo un instante,
un momento de mi tiempo  y del tuyo,
un inciso en el día a día,
un algodón de azúcar
a tanta prisa cotidiana.
Me bastan unos versos
para decirte que mis músculos huérfanos
gritan tu ausencia,
con una desgana infinita
se acomodan en una postura que no mola
y te echan de menos.
Es posible que los hoyuelos de tus mejillas
se dibujen en las mancuernas de cinco kilos
y por eso sean mis favoritas.
Tal vez  el sonido de  “Sail“
te llegue  lejano y te recuerde el trabajo bien hecho
a mí me arruga el estómago durante cuatro minutos.
Ahora,
sigo entrenando
y continúo  buscando tu sonrisa en el vaho del espejo
pero se ha esfumado entre las luces tristes del mediodía.