domingo, 23 de febrero de 2014

Los géneros narrativos: el cuento y la novela



Hasta ahora se ha hablado del narrador, o sea, de aquel que cuenta la historia, y del estilo, es decir, de cómo está contada. Ahora se especificarán las variaciones que se establecen entre los dos grandes géneros narrativos: El cuento y la novela.

El cuento:

Durante mucho tiempo, la palabra “cuento” definía las fábulas orales y escritos destinados a los más pequeños. La palabra “relato” por otra parte se refería a la narración corta destinada al lector adulto. Hoy se utilizan los dos términos –relato corto y cuento- para designar lo mismo, aunque conviene aclararlo, ya que, aún hoy el término “cuento” sigue prestándose a confusión. Aquí hemos elegido el término “cuento” para definir la narración corta; de hecho, a veces empleamos la palabra “relato” referida a una narración en general, al igual, que utilizamos “texto” o “historia”
Las definiciones del cuento, que han ido variando a lo largo de los siglos, son en la actualidad muy variadas; no podía ser de otra forma tratándose de un género tan antiguo, que tiene sus raíces en la tradición oral, y que procede de regiones geográficas tan diversas.
El cuento es breve, intenso e incisivo; profundiza en un solo punto, ahondando en la historia; es un torrente de aguas rápidas y sin remansos, aguas que llevan al lector casi en volandas hasta el final del relato. En cambio, la novela es un río en el que confluyen otros afluentes –tramas complementarias y personajes secundarios- que nos permiten variar el ritmo, movernos con mayor libertad.
En un relato nada sobra, los ornamentos estarían de más. El cuento es una línea ascendente y todos sus elementos colaboran entre sí para formar un crescendo hasta el desenlace, que debe constituir una descarga de energía continua a lo largo del relato. Cuando esa maquinaria funciona, entonces el relato posee una capacidad de “succión” sobre el lector.
Esa captación absoluta de la atención del lector no se puede conseguir a lo largo de doscientas páginas, pero si en cinco, en diez o en quince. Gran parte del éxito del cuento depende de las aptitudes narrativas de cada uno, pero hay también una parte de oficio en el arte de escribir cuentos.

La estructura del cuento
Dos características dan al cuento esa capacidad de imán al lector:

-Unidad

-Intensidad

 La unidad

 “El cuento se caracteriza por la unidad de impresión que produce en el lector; puede ser leído de una sola sentada; cada palabra contribuye al efecto que el escrito previamente se ha propuesto, y ese efecto debe ya prepararse desde la primera fase y graduarse hasta el final; cuando llega a su punto culminante el cuento debe terminar, sólo deben aparecer personajes que sean necesarios para provocar el efecto deseado” Edgar Allan Poe.
En el relato solo cabe una historia. La mirada del lector se centra en unos personajes desde el principio y la tensión gira alrededor de un solo conflicto.
De esa unidad se encarga también el narrador: mantener un mismo tono durante todo el relato ayuda a crear esa atmósfera que solidifica, que une entre sí toda la narración.
La narración corta se desarrolla con una sola voz que todo lo cohesiona en el espacio del relato, en esa atmósfera única, cerrada y redonda.
El ritmo único es también imprescindible para conseguir la unidad.

En palabras de Truman Capote:

“Un cuento puede ser arruinado por un ritmo defectuoso en una oración –especialmente al final- o por un error en la división de los párrafos y hasta en la puntuación”

 La intensidad

La esencia del cuento es la intensidad. En un buen cuento, todo está concentrado; no sólo se han eliminado personajes o tramos laterales, sino también aquello que resulta accesorio.
Se puede decir que lo accesorio en el cuento es todo aquello que no está al servicio de la historia, que no sirve para caracterizar a los personajes o para desarrollar la acción.
Una de las palabras clave que debemos tener en la menta al escribir narraciones cortas es “seleccionar” una palabra con forma de tijeras.
Omitir es otra de las leyes que rigen los buenos relatos: no contarlo todo es una forma de seducción. Pues uno seduce al lector con sugerencias, enseña una parte y guarda otra que el lector reconstruye en su imaginación y, eso también forma parte de la selección.
Omitir no significa oscurecer el cuento, ya que, si mutilamos datos esenciales de la historia, ésta no se entiende. Cuando leemos un buen relato, la trama está clara en nuestra mente: sabemos lo que ha sucedido en ese breve e intenso espacio del cuento y, sin embargo, algunos de esos sucesos no se nos han contado de una forma directa. Eso es debido a que alguno de ellos pertenece a la historia oculta.
Se dice que en el cuento fluyen siempre dos historias:
Una, la anécdota de lo que se nos cuenta.
Dos, la invisible, la cifrada.
El escritor de cuentos teje con dos hilos uno blanco y otro negro. El hilo blanco –la historia 1- suele ser lo cotidiano, la anécdota, los días que se suceden, la historia evidente. El hilo negro –la historia 2- es lo secreto que se teje bajo la superficie que está hilado por esas pequeñas cosas que nos inquietan en medio de lo cotidiano.
La historia que  importa, aquella que quiere referirnos el escritor, la historia 2, se cuenta de forma cifrada entre los intersticios de la historia evidente, de la historia 1.
La tensión en el cuento va in crescendo desde el principio, es una línea ascendente en intensidad, de tal forma que el desenlace debe ser una descarga de energía contenida.
El efecto sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.
En realidad lo que estamos haciendo es crear intriga en el lector.
El escritor tiene en sus manos la información y su estrategia debe consistir por un lado en entregar con parsimonia esa información y por otro crear estímulos, expectativas sobre la misma.
Tejer con dos hilos no es tarea fácil. Cada uno está fabricado de un metal distinto: uno, solido y detallado; otro, sutil e invisible.

A continuación Ricardo Piglia analiza más detalladamente la tesis de las dos historias en el link de su artículo

RECURSOS Y JUEGOS LINGUISTICOS

La metáfora II:

Volvemos a la metáfora, a ese medio de “transportar” las palabras. Hablemos ahora de las relaciones de semejanza, y para ello hay que empezar recordando una de las definiciones de metáfora más comunes.
La metáfora designa un objeto mediante otro que tiene con el primero una relación de semejanza.
La metáfora es la transformación  de dos conceptos en algo nuevo, diferente.
La metáfora no se presta a clasificaciones cerradas a no ser que los mutilemos; asi que hemos escogido solo los casos más usuales de relación de semejanzas.

-Semejanza física entre dos términos
Cabellos de oro
Cabellos rubios= color amarillo
Oro= metal amarillo
El color amarillo establece la relación de semejanza física.

-Semejanza psicológica o espiritual entre dos términos
Es un tiburón de las finanzas

-Semejanza de comportamiento entre dos términos
La vejez es el crepúsculo de la vida
La semejanza se establece entre los dos términos por una similitud de comportamientos.
El crepúsculo es el final del día, y la vejez el final de la vida.

-Afinidad de valor
Marta es una alhaja.

Ejercicio

Buscar una metáfora de cada uno de los tipos de relación.

 LECTURAS RECOMENDADAS

La señora del perrito y otros cuentos (Antonio Chéjov)
Los muertos (del volumen Dublineses) (James Joyce)
El Sur (del volumen Ficciones) (Jorge Luis Borges)
Bestiario (del volumen Bestiario) (Julio Cortázar)

PROPUESTA DE EJERCICIO

Leer el relato del enlace de Roald Dhal “La subida al cielo” subrayar los puntos en los que aparece la historia 2. Analizar las actitudes que adoptan los personajes, las omisiones de las que se ha servido el narrador y los avisos de que “no todo es lo que parece”, o sea, todo lo que nos facilite los datos necesarios para reconstruir, al final, la historia del asesinato.
 

 

1 comentario:

silvia dijo...

Gracias Jaime, me alegro de que te resulte interesante. Con respecto a intercambiar información, me parece perfecto.
Un saludo,