domingo, 9 de febrero de 2014

El estilo. El uso del lenguaje II



 
Cuando la narración está bien desarrollada, uno no nota que el texto está dividido en párrafos; uno no nota nada está metido en la historia y ya está. Con los textos sucede lo mismo que con las catedrales góticas, con su estructura ingrávida, suspendida en el aire: uno no debe percibir su estructura sino deslizarse por ellos. Uno tiene que poder meterse en la historia de tal manera que toda esa arquitectura se vuelva invisible. Entonces el lector ya no ve palabras, ni frases, ni párrafos, ve personas, lugares, acciones, diálogos, vive dentro del relato. El texto parece espontáneamente fluido, navegable; el lector no tiene que hacer esfuerzos por seguir el hilo de la trama sino que se sumerge en ella. Una de las claves para dar vida a nuestro mundo de ficción, para hacerlo vivido es el detalle. El mundo que creemos debe ser “visible” a los ojos del lector, así que el escritor debe recrearlo a través de esos pequeños detalles que forman también el mundo real. En la vida real todo está lleno, plagado de detalles, de pequeñas cosas que perfilan lo que nos rodea. Para conseguir esa ficción vivida, verosímil, debemos construir nuestro mundo definiéndolo bien, particularizándolo, seleccionando esos detalles especiales que caracterizan un espacio, un personaje, una situación...
 
Hay que escribir detallando, concretando nuestro mundo de ficción. Pero no se trata de acumular detalles a la vista del lector como si montáramos un mercadillo repleto de pequeños objetos brillantes de cualquier procedencia; por el contrario, los detalles deben elegirse con cuidado. A menudo se necesita sólo un par de pinceladas para definir, por ejemplo, un personaje.
 
Con los espacios sucede lo mismo: al describir una habitación, por ejemplo, el escritor suele elegir aquellos detalles que definen, al mismo tiempo, al personaje que habita. Otras veces, la descripción  y la selección de esos detalles revelan atisbos del estado de ánimo del que narra, o de sus características psicológicas.
 
Nuestros espacios, nuestros personajes, deben respirar, atravesar el papel para tener la capacidad de sacarnos de la realidad. Esos pequeños y bien elegidos detalles son las piedrecillas blancas que vamos dejando cuidadosamente a lo largo del camino para que el lector nos siga.
 
Además de esos sutiles detalles, para hacer más vividos nuestros relatos también necesitamos mostrar a los personajes en acción.
 
Los adjetivos que definen los comportamientos o los estados de ánimos del personaje son abstractos. Debemos concretar como se encuentra el personaje exactamente. Verle en acción nos ayudará a crear ese “sueño” de veracidad, esa apariencia de realidad que necesitamos al escribir.
 
Mostrar a los personajes en acción apoya la verosimilitud y la plasticidad de la narración.
 
Esta última parte se ha analizado el detalle, a mostrar con hechos concretos los estados anímicos y la personalidad de los personajes; se ha intentado, en definitiva, que el escritor que se inicia huya de la abstracción, de las palabras grandilocuentes que no significan nada, precisamente por la amplitud de su significado: tristeza, felicidad, destino... El escritor novel tiende más a lo abstracto que a lo concreto, a decir que a mostrar; tal vez porque, cuando se empieza a escribir, el texto no está bien definido en la mente, el autor no lo “ve”.
 
Para evitar bloqueos: a la hora de crear, de inventar la historia, lo mejor e dejar volar la imaginación, no preocuparse en exceso de los problemas sintácticos ni de aspectos lingüísticos. Cuando uno tiene la historia ya “hecha”, comienza a verla, a saber qué es exactamente lo que quiere reflejar en ella, y es en ese momento, en el de la corrección, cuando el escritor debe asumir el control del texto, pulirlo, perfeccionarlo, “salir” de él y observarlo con objetividad.
 
Concretar, detallar, mostrar... construir, una narración plástica, vívida; sí, pero ello no quiere decir que no pueda utilizarse exposiciones generales o reflexiones abstractas sobre lo que se está narrando. Si lo concreto, lo pequeño, nos ayuda a reflejar lo abstracto, también a menudo ocurre lo contrario.
 
El escritor debe mantener un equilibrio entre lo general y lo concreto, de tal forma que, a la vez que consigue una narración plástica, sensorial, tampoco renuncie a la reflexión que dé un sentido, que “enfoque”, a lo que está contando. Definir ese equilibrio es difícil; pues, como ya se ha dicho otras veces, cada escritor es un mundo y asumirá ese equilibrio de una forma diferente. Debemos tenerlo en cuenta cuando leamos, fijándonos en qué medida combinan lo concreto y lo abstracto aquellos textos que más nos gusten. Entender el entramado de los maestros nos ayudará a la hora de elaborar nuestros escritos.
 
En cada frase hay que crear una expectativa que anuncie la frase siguiente y se resuelva en ella. Luis Landero
 
La raíz de todo el asunto se encuentra en el hecho de que, cuando un escritor es joven, siente de alguna manera que va a decir algo más bien tonto y obvio o un lugar común, y entonces trata de esconderlo bajo ornamentos barrocos, bajo palabras de escritores del siglo XVII; o si trata de ser moderno, hace lo contrario: inventa palabras continuamente o hace alusión a aeroplanos, a trenes, al teléfono o al telégrafo, puesto que se esfuerza para parecer moderno. Después, a medida que pasa el tiempo, uno siente que las ideas, buenas o malas, se deben expresar, simplemente, porque si se tiene una hay que intentar introducir esa idea o ese estado de ánimo en la cabeza del lector. Jorge Luis Borges.

RECURSOS Y JUEGOS LINGÜÍSTICOS

La metáfora:

La metáfora, como la comparación, asocia dos términos que presentan una relación de analogía: uno es real, el otro imaginario; pero la metáfora suprime la comparación directa, el “como”, el intermediario y recurre a la alegoría.
 
La metáfora no es simplemente una comparación a la que se le ha suprimido el término gramatical de relación; la metáfora va mucho más allá.
 
Nuestras emociones son abstractas, imprecisas, reacias a tomar forma en la mente. La sensibilidad del lector añadirá a esa aleación entre dos términos todo lo que su sensibilidad, sus recuerdos y su percepción le permitan: la metáfora es una puerta abierta a la evocación del lector.
 
La metáfora nace para luchar contra las fronteras del lenguaje, para subsanar nuestra incapacidad lingüística a la hora de nombrar lo abstracto.
 
Así que podemos decir que la metáfora es el medio de transporte de las palabras, que sirve para cruzar las fronteras de lo inexpresable y que, por tanto, es un mecanismo que nos permite expandir el territorio de lo comunicable.

Ejercicio
En un taller de escritura un grupo de niños escribió las siguiente metáforas a una serie de palabras.
El carnaval
Una bicicleta sin manubrio de todos los colores
La lluvia
El susto de los gatos
La verdad
Un reloj dando las doce en punto
La mentira
Un saco con los bolsillos rotos
La muerte.
Una cosa sin puertas
La abuela
Un árbol perdiendo las hojas.
La selva
Un león alegre
Al igual que hicieron esos niños, dejar volar la imaginación e inventar metáforas con las siguientes palabras:
-El mar
-La tristeza
-La alegría
-La noche
-La luna
-El inverno
-La tormenta

LECTURAS RECOMENDADAS

LA PROSA ( Enrique Anderson Imbert)
POETICA (Aristóteles)
EJERCICIOS DE ESTILO (Raymond Queneau)
ESCRITORES ANTE EL ESPEJO (Anthony Percival)

PROPUESTA DE EJERCICIO

Describir a una persona de su entorno: no sólo cómo es física y psicológicamente, sino a través de sus gestos (su forma de mover la cabeza, de mirar, de hablar, etc.) Una vez hecha esa descripción, subraye los detalles del personaje que le parezcan más importantes, aquellos que mejor lo definen y caracterizan. Luego reescribir la descripción en un sólo párrafo, utilizando únicamente los detalles que ha escogido.
Haga lo mismo con una parte de su casa (dormitorio, salón...): descríbala detalladamente, y después elegir  sólo los rasgos que, a su entender, son los que mejor reflejan y personalizan ese espacio. Reescribirlo, como en el ejercicio anterior, en un sólo párrafo.


4 comentarios:

Isabel dijo...

Como la narración estaba bien desarrollada nunca se notó el cambio de manos entre Pedro y tú. Geniales

Un beso
Isabel

Silvia dijo...

Pues sí, nunca se notó, ni en los relatos, ni en los poemas. Deberíamos seguir escribiendo juntos, se nos da muy bien...
Un beso
Sil

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo. Por mi parte encantado.
Besos
Pedro

silvia dijo...

Pues ya sabes compi...manos a la obra. Y si nos queda bien después te lo enviamos Iss.
Un beso a los dos