Solo querías volver a casa, el olor a ron añejo y a perfume barato se había impregnado en tu piel y por más que el aire fresco te sacudía una bofetada tras otra, el aroma te acompañaba como una sombra pegajosa. Tu hermano se quedó en aquel garito de mierda, con aquella puta antipática. Reconoces que no tienes mano con las mujeres y menos con esa espabilada de cartera fácil. Según bajabas las escalinatas que separaba un barrio de otro, se cruzaban imágenes en tu cabeza del encuentro con esa fulana que vendía su cuerpo a cambio de treinta miserables euros.
Jonhy, tu hermano, llevaba tiempo diciéndote:
“Tío, ya no eres un niño tienes que salir a la calle, ver mundo, la vida no es
de color de rosas” Pero tú te encerrabas en el cuarto y le ponías tu canción preferida a toda pastilla, para que te dejara en paz:
“Fuera, vete de mi casa,
suéltame las manos
solo soy un niño con los pies descalzos
y yo sigo jugando, qué más da
sigo jugando solo”
Pero a Jonhy parecía no importarle
nada de lo que tu sentías, parecía no importarle, absolutamente nada, que no
fuera su coche tuneado o el polvo que iba a echar esa noche con cualquier chica
desconocida. Tampoco mostraba el más mínimo interés por un acercamiento con
vuestra hermana mayor, que desde que había dicho que era lesbiana no había
vuelto a verla y si las cuentas no fallaban, ya iba para dos años. Y lo más importante de todo y
que a Jonhy no parecía preocuparle mucho era el sufrimiento de tu madre. El era
ajeno a todo, sin embargo, sí se preocupaba de traerte papelitos de esos con
los que se cubren las lunas de los coches, para que eligieses con quien ibas a perder la virginidad. ¿Y si
no la quieres perder? ¿Es qué tu opinión no importa? Pues debe de ser que no porque hasta que no te presentó a Zoe no paró.
-Vamos chico, ponte guapo, que
tenemos una cita esta noche.
-¿Una cita? ¿Con quién?
-No hagas preguntas, todo a su
tiempo, tú arréglate y échate colonia, que no parezcas un crío.
Te encogiste de hombros y te
pusiste manos a la obra, pantalones limpios, camisa de marca y gotas del perfume de tu hermano.
-Ya estoy, ¿se puede saber a dónde vamos?
-No, es una sorpresa.
-Mamá, ¿estás bien? –preguntaste robando una croqueta recién hecha.
-¡Cuidado que quema! –exclamó ella echando la última tanda en el plato.
-No me has contestado mamá.
-Sí hijo, estoy bien, un poco preocupada por tu padre, que mira las
horas que son y todavía no ha vuelto desde que se fue a echar la partida
después de comer.
-Bueno, si necesitas algo llámame
–ordenaste cogiendo otra bola de bechamel para el camino y depositando un beso
en su frente aromatizada por la fritanga.
Cruzasteis la escalinata que separa
un barrio de otro y llegasteis al bar, donde Zoe os esperaba con una copa de
ginebra en la mano.
-Zoe, te presento a Toni mi hermano pequeño.
-Hola guapo –contestó la chica, pasando
sus uñas largas y pintadas de bermellón por tu mejilla sonrosada.
-Ahí te lo dejo, me lo devuelves hecho un hombre.
El antro era cutre, unas cuantas
mesas ocupadas por varios hombres también cutres que compartían risas fáciles
con chicas semidesnudas. Un hilo musical suave y una luz tenue era todo lo que
poseía ese bar donde lo importante estaba en la parte de arriba. Una escalera
de caracol separaba a tu hermano de ti.
Zoe te llevaba de la mano como
quien lleva a su hijo al colegio por primera vez. Pero no era al colegio donde ibais.
Su habitación era pequeña y olía a tabaco. Odiabas el olor
a tabaco.
Te tumbó en la cama de un
empujón, colocó el Gin Tonic, entre papeles, sombras de ojos, horquillas,
medicamentos, preservativos y demás objetos que tenía en la mesilla de noche.
Se quitó los zapatos de aguja y el vestido de cuero rojo. No llevaba ropa
interior. Se tumbó encima y te tocó aquello que parecía estar muerto.
-¿Qué pasa que no te gusto?
-No es eso Zoe, verás es que yo…
-Ya, que te gustan más jóvenes
¿no?
-Verás, es la primera vez que
estoy en un sitio así y bueno sí me gustan las chicas de mi edad. Eres muy guapa
y estás muy buena, pero yo no estoy preparado para esto.
-No mientas, vámonos de aquí que
estoy perdiendo el tiempo.
Te incorporaste y volvisteis al
punto donde habías dejado a tu hermano. Sin cruzar una palabra con él, saliste
de aquel club con el firme propósito de no volver más.
En casa seguía oliendo a
croquetas de jamón.
-Mamá, ya estoy en casa –gritaste.
El volumen de la tele estaba para
sordos. Te acercaste y para lo que había que ver, la apagaste.
El pijama te quedaba grande,
sintonizaste cadena cien en la radio.
-¿Mamá? –gritaste de nuevo.
Por el silencio de tu madre
dedujiste que se había ido a buscar a tu padre. Con el vaso de agua para
aliviar la sed que produce el aceite de las frituras, fuiste a lavarte los dientes. La puerta del aseo
había vuelto a atascarse. Por la rendija que la separaba del suelo se adivinaba
un fluido espeso, tu dedo índice recogió una pizca y lo frotaste contra el dedo
corazón. El miedo hizo el resto. Nervioso forcejeaste, la impaciencia ganó la
batalla y tras una fuerte lucha cuerpo a cuerpo, se abrió. El vaso se resbaló de tus manos, los cristales
se acomodaron en cada rincón y su contenido se mezcló con la sangre ya fría, de
tu madre. La acomodaste entre tus brazos y chillaste desesperado:
-Mamá, mamá.
Echaste un vistazo al cuerpo
herido y al cuchillo ensangrentado que descansaba sobre una toalla blanca que
había cambiado de color.
Entre sollozos y temblores sacaste el móvil del
bolsillo y llamaste a una ambulancia. Durante la espera de una ayuda que no
llegaba, seguías meciéndola como si quisiera dormir, de fondo se escuchaba tu canción:
“El patio está vacío
suenan las sirenas
y yo sigo jugando qué más da
yo sigo jugando y siempre me
castigas,
solo quiero que se acabe
Solo quiero que me dejes, solo”
Tú madre se fue y creciste un
palmo, mientras no dejabas de llorar.
1 comentario:
Es exageradamente bueno, Silvia. De lo mejor que te he leído y escuchado. La parte final es estremecedora, cruda y real, y eso la hace maravillosa. Además es un ejemplo claro de la influencia que puede llegar a tener la música en lo que escribimos, y ser capaz de transmitir con palabras unos sentimientos que nos produce una canción, o un disco entero, es algo que muy poca gente consigue.
Enhorabuena.
Bss
Publicar un comentario