lunes, 10 de noviembre de 2014

Veladas nocturnas en la Fundación Lázaro Galdiano



 
El 31 de Octubre pude disfrutar, muchísimo, de una velada literaria en la Fundación Lázaro Galdiano.  Ignacio Vleming y Vanesa Pérez Sauquillo fueron  los poetas encargados de introducirnos en ese recorrido.
 
No voy a desvelar mucho de esta visita, ya que os recomiendo a todos que si tenéis ocasión, disfrutéis en vivo de ella.
 
El primer texto que nos leyó Vanesa, magistralmente, fue el siguiente fragmento de Salomé de Oscar Wilde.

Ah! No me estás escuchando. Tranquilízate. Mírame a mí, ¿acaso no estoy calmado? Yo estoy totalmente calmado. Escucha. Tengo joyas escondidas en este palacio- joyas que incluso tu madre jamás ha visto; joyas que son maravillosas a la vista. Tengo un collar de perlas, dividido en cuatro hileras. Son como lunas encadenadas con rayos de plata. Son incluso como medio centenar de lunas atrapadas en una red de oro. Descansaron en el pecho de marfil de una reina. Serás tan hermosa como una reina cuando las uses. Tengo amatistas de dos clases, una que es negra como el vino, y una que es roja como vino coloreado por agua. Tengo topacios amarillos como ojos de tigres, y topacios rosas como ojos de una paloma torcaz, y topacios verdes como ojos de gatos. Tengo ópalos que siempre arden, con una llama que es fría como el hielo, ópalos que entristecen las mentes de los hombres, y que le temen a las sombras. Tengo piedras de ónix como pupilas de mujeres muertas. Tengo piedras lunares que cambian cuando la luna cambia y que palidecen cuando ven el sol. Tengo zafiros como grandes cascarones, y tan azules como flores. El mar se mueve dentro de ellos, y la luna nunca viene a perturbar el azul de sus olas. Tengo crisolitos y berilos, y crisopacios y rubíes; tengo piedras sardónicas y jacintos, y piedras calcedonias, y te las daré todas a ti, e incluso más cosas te daré. El rey de las Indias me acaba de mandar cuatro abanicos adornados con plumas de pericos, y el rey de Numidia un atuendo con plumas de avestruz. Tengo un cristal, en el que no es permitido que mujer alguna mire, y que ningún joven puede mirar a menos que haya sido golpeado con palos antes. En un cofre de nácar tengo tres maravillosas turquesas. Aquel que las usa en su frente puede imaginar cosas que no son verdad, y aquel que las usa en su muñeca puede hacer estériles a las mujeres que no lo son. Estos son tesoros maravillosos. Son tesoros que no tienen precio. Pero esto no es todo. En un cofre de marfil tengo dos copas de ámbar que son como manzanas de oro puro. Si un enemigo vierte veneno en ellas, se convierten en manzanas de plata. En un cofre incrustado con ámbar tengo sandalias con incrustaciones de cristal. Tengo mantos que han sido traídos de la tierra de Serer, y brazaletes guarnecidos de carbunclos y con jade traído de la ciudad de Éufrates... ¿Qué más puedes desear aparte de esto, Salomé? Dime aquello que desees, y te lo daré. Todo lo que me pidas te daré, excepto una cosa. Te daré todo lo que es mío, excepto la vida de un hombre. Te daré el manto del sumo sacerdote. ¡Hasta te daré el velo sagrado del templo!"
 
Este cuadro de Joshua Reynolds "Lady Sondes" fue otro de los que nos presentaron en esta Velada.


 

Lectura "Retrato Oval" de Edgar Allan Poe:

"Era una joven de peregrina belleza, tan graciosa como amable, que en mal hora amó al pintor y se desposó con él. Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y había puesto en el arte sus amores; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un cervatillo, amándolo todo, no odiando más que el arte, que era su rival, no temiendo más que la paleta, los pinceles y demás instrumentos importunos que le arrebataban el amor de su adorado. Terrible impresión causó a la dama oír al pintor hablar del deseo de retratarla. Mas era humilde y sumisa, y sentóse pacientemente, durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido lienzo solamente por el cielo raso. El artista cifraba su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora, de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño, pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no veía que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos de su mujer, que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía más y más, porque veía que el pintor, que disfrutaba de gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la imagen de la que tanto amaba, la cual de día en día tornábase más débil y desanimada. Y, en verdad, los que contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su semejanza maravillosa, prueba palpable del genio del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba. Pero, al fin, cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la torre; porque el pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo, y levantaba los ojos rara vez del lienzo, ni aun para mirar el rostro de su esposa. Y no podía ver que los colores que extendía sobre el lienzo borrábanse de las mejillas de la que tenía sentada a su lado. Y cuando muchas semanas hubieron transcurrido, y no restaba por hacer más que una cosa muy pequeña, sólo dar un toque sobre la boca y otro sobre los ojos, el alma de la dama palpitó aún, como la llama de una lámpara que está próxima a extinguirse. Y entonces el pintor dio los toques, y durante un instante quedó en éxtasis ante el trabajo que había ejecutado. Pero un minuto después, estremeciéndose, palideció intensamente herido por el terror, y gritó con voz terrible: "¡En verdad, esta es la vida misma!" Se volvió bruscamente para mirar a su bien amada: ¡Estaba muerta!"

Otro de los cuadros que nos ofrecieron en bandeja de plata fue el de  "El Salvador adolescente" se le atribuía a Leonardo da Vinci aunque se dice que no era suyo.
La lectura escogida para esta obra de arte era un fragmento del libro "Entrevista con el vampiro" de Anne Rice.

 

 
Este objeto llamó mucho mi atención. Curioso, Urna que recoge las cenizas de un ruiseñor.
 

No hay comentarios: