El monólogo interior es, en el orden de la poesía, el
discurso sin auditor y no pronunciado, mediante el cual un personaje expresa
sus sentimientos más íntimos, más cercanos al inconsciente, anteriores a
cualquier organización lógica, es decir, en embrión y para ello se vale de
frases directas reducidas sistemáticamente a lo indispensable, para dar así la
impresión de “lo magmático”.
El intento de reflejar el discurrir de la conciencia
es, por supuesto, puro juego literario: el escritor finge transmitir con fidelidad
el proceso mental de un ser humano.
El proceso de invención del monólogo interior supuso
que los tres jugadores, es decir, el escritor, el narrador y el lector se
resituasen en el texto:
El escritor: aparentemente se convierte en una
grabadora de la mente de sus personajes, sin intervenir en el texto como tal.
El narrador: su participación o no en el relato es la
piedra angular de esa bajada más o menos profunda a la mente de los personajes.
El lector habituado a tener un narrador que le cuente
lo que ocurre tiene que variar su cómoda postura de espectador privilegiado,
porque en el monólogo interior el lector
“oye” lo que piensa el personaje, y ese pensamiento es confuso,
balbuceante,
contradictorio. Para esa inmersión hacia los más recónditos lugares de la mente
se han utilizado dos vías: la tercera y la primera persona.
La tercera persona: el narrador psicólogo.
La forma tradicional de acceder a los personajes por
la vía de la tercera persona es el narrador psicólogo: consiste en un narrador
omnisciente que accede al interior de las criaturas de ficción, “elabora” sus
reflexiones y les expone y analiza por medio de un discurso lógico,
gramaticalmente bien construido. El análisis interior directo es un puente
entre la forma más tradicional de penetrar en la mente de los personajes el
narrador psicólogo y la más innovadora –el monólogo interior narrado- En él, el
narrador ya no hace un análisis exhaustivo de lo que el personaje piensa o
siente, sino que reproduce ese pensamiento, se convierte en el ventrículo de su
voz. Pero como no ha desaparecido del todo, lo hace en tercera persona y en
pasado, usando fórmulas como él dijo, él pensó….Además el discurso es aún
lógico, y la gramática y la ortografía todavía conservan intactas todas sus
reglas.
Último puerto del monólogo en terceras persona: el
lazarillo se desvanece o más bien, finge en contacto directo con el personaje,
y el narrador se manifiesta sólo de vez en cuando para indicarnos movimientos
descripciones espaciales: se ha convertido en una especie de conserje. Las
fórmulas él pensó, él sintió desaparecen. Asistimos al proceso interior de los
personajes sin presentaciones.
La primera persona:
La forma más directa de acceder al flujo de la
conciencia del personaje es la primera persona. En ella, narrador y personaje
se han fundido en uno solo.
En el monólogo interior directo la conciencia desnuda
del personaje está frete al lector. No hay intermediarios.
Como sucedía en el caso de la tercera persona, cuando
seguimos el camino de la primera, también podemos optar por una estación
intermedia; en este caso, su nombre es introspección.
En la introspección, un narrador protagonista se
autoexamina, habla consigo mismo, reflexiona sobre la vida y el mundo. Su vida
interior llega hasta el lector encauzado por la lógica. El objetivo es el
análisis subjetivo del personaje. La acción exterior tiene importancia sólo en
cuanto se refleja en la conciencia del narrador protagonista.
Si hasta ahora el monólogo había sido una “visita
guiada” al paisaje interior del personaje de la mano del narrador, ahora éste
desaparecerá del todo. No aparece ni siquiera para hacernos indicaciones
prácticas o descripciones de lugares, como en el caso del monólogo interior
narrado (en tercera persona), ni se autoexamina y, nos explica lo que sucede
como en el caso de la introspección. En este tipo de monólogo, el objetivo del escritor es
imitar los procesos mentales de los seres humanos, poner una grabadora en su
cerebro de forma que escuchemos el merodeador caótico, balbuceante, de la
conciencia. El objetivo es que no haya guía, que no haya lógica, ni camino, tal
y como sucede en la mente.
El monólogo es un diálogo silencioso del personaje
consigo mismo; el soliloquio, sin embargo, requiere un interlocutor. Ese
interlocutor no contesta, pero está presente al menos en la mente del que
habla.
De hecho, el soliloquio es un monólogo en voz alta,
referido a un “tú”
A este tipo de punto de vista lo hemos llamado la
segunda persona, un punto de vista que se introdujo sobre todo con las formas
experimentales de la literatura de la segunda mitad del siglo XX.
A diferencia del monólogo interior –narrado o directo-
el soliloquio conserva su lógica gramatical, puesto que en realidad es, una de
las dos partes de un diálogo. El lenguaje del soliloquio está más cerca del
habla que de la lengua escrita; por eso el escritor deberá lograr ese
equilibrio al que nos referíamos cuando analizábamos el diálogo; una estudiada
naturalidad.
El monólogo interior es una vía arriesgada para narrar
una historia, ya que puede llevarnos a la enumeración sin destino. Lo mejor es
entreverar, con los espacios interiores
de los personajes, sensaciones que vengan del exterior, y combinar distintos
discursos: los dos tipos de monólogo interior, el narrador y el directo, con descripciones narrativas
clásicas y con diálogos.
RECURSOS Y JUEGOS LINGÜÍSTICOS
Construcción de monólogos interiores.
La estrategia del monólogo interior consiste en
eliminar normas lingüísticas, pero no hasta el punto de dejarlo tan desnudo que
sea incomprensible.
El juego con el lenguaje es imprescindible para
representar el flujo del pensamiento: la invención de palabras, la búsqueda de
onomatopeyas ortográficas y gramaticales, son algunos de los procedimientos
para quebrar las formas.
Hacer desaparecer toda clase de puntuación en el texto
es uno de los métodos más usuales de quebrar las formas.
El discurso del monólogo interior nunca es lógico, se
interrumpe, se zarandea en una mezcla permanente de cambios de tema,
asociaciones extrañas, sensaciones…El exterior –lo que ve el personaje se
mezcla con el interior- lo que está pensando –una sensación con un recuerdo, un
recuerdo con un pensamiento.
La conciencia del personaje reacciona constantemente a
los estímulos exteriores.
Ejercicio
Coger un monólogo de cualquier novela y eliminar la
puntuación, inventar juegos onomatopéyicos con sonidos que sugieran el texto.
Reinventar palabras, utiliza todos los sentidos para
descubrir el mundo exterior, elabore enumeraciones caóticas. Todo ello cabe en
el monólogo interior.
LECTURAS RECOMENDADAS
Tiempo de silencio (Luis Martín Santos)
Cinco horas con Mario (Miguel Delibes)
Un rugido extraño (Largo noviembre en Madrid) (Juan Eduardo Zuñiga)
Una llamada telefónica (La soledad de las parejas
(Dorothy Parker)
PROPUESTA EJERCICIO
Escoger un trayecto que se realice todos los días.
Escribir por separado estos tres pequeños textos:
Descripción de ese trayecto, centrándose sobre todo en
las percepciones físicas que encuentre: ruidos, olores, sensaciones en la piel…Cuente
eso en tercera persona.
Reflexiones que provoque aquello que se ve, en primera persona.
Un recuerdo en primera persona
Trenzar esos tres discursos combinando las
intervenciones del narrador
Realizar varias combinaciones pruebas que permitan
entender el mecanismo de este recurso,
hasta conseguir un texto que
sugiera ese “caos ordenado” que es el
flujo de la conciencia.
2 comentarios:
Súper interesante! Me he apuntado unas cuantas cosas para futuros proyectos... ;-). Bss!
Estupendo, aunque creo que todo esto,tú, te lo sabes de sobra. Besos
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