La novela es un
género complejo, híbrido y en continua evolución. En los siglos pasados tenía
unas características específicas, pero en nuestra época sólo podemos decir que
consiste en un texto de cierta extensión y que está escrito en prosa. Aparte de
eso, la peculiaridad de la novela actual es la libertad, una libertad que, si bien restringe nuestra
capacidad de “explicarla”, de guardarla en el armario de la lógica, le da
alas y convierte a este género en uno de
los mayores retos para cualquier escritor.
El siglo de la
novela es esencialmente el siglo XIX, un siglo de novelistas-entomólogos, que
analizan sus sociedades con microscopio que se introduce en el laberinto
psicológico de los personajes, y todo ello sin dejar de retratar la historia de
sus pueblos.
Según Balzac: “La novela es la historia privada de las
naciones”
En el siglo XX la
realidad da otra vuelta de tuerca.
Según Freud: “En cada ser humano hay un yo oculto, que
domina muchas de nuestras reacciones: el inconsciente”
Por otro lado la
sociedad ha pasado del campo a la ciudad y ha dado lugar a una nueva clase
social: el proletariado. El poder de la Aristocracia se reduce a lo simbólico;
la burguesía es la fuente del dinero y, por lo tanto, del poder. Y la novela,
vuelve a adaptarse a los tiempos que corren y así James Joyce, Virginia Woolf,
William Faulkner, entre otros, intentan cazar con la red palabras el inquieto
flujo de la conciencia de los seres humanos.
Mucho después en
los años sesenta, los novelistas rompen aún más las estructuras y las formas, y
la novela se convierte en un campo de experimentación y de juego. La percepción
de la realidad en el siglo XX no es sólida, sino líquida, va vertiéndose en
moldes diferentes, se transmuta, cambia de piel, nace y muere, para intentar
atrapar ese movimiento continuo. La novela huye de la mentira del realismo, y
busco formas que reflejan esa constante transmutación, ese cambio y eses
conflicto permanente al que es sometido el hombre del siglo XX.
Según Mario
Benedetti: “A medida que la vida se vuelve
mecánica, apretada, veloz, la novela incorpora procedimientos (del periodismo,
del teatro, del cine, del psicoanálisis) que le permiten sostener su impresión de
artificio, de su simultaneidad, de nervioso vaivén”
Según Julio
Cortázar: “La novela es un monstruo al
que el escritor intenta domesticar mediante su esfuerzo creativo”
La novela a
diferencia del cuento o del poema cuyo rasgo fundamental es la intensidad
requiere del escritor un compromiso largo y sostenido, que se mantiene durante
meses, años, en algunos casos décadas, y que nos permite el juego del cuento, o
dicho de otro modo “el entrar y salir”
Construcción de la
novela
Podríamos decir
que la idea es el concepto general
que cohesiona la novela. La idea es lo abstracto, lo general, aquello de lo que
se parte. La idea del Quijote, por ejemplo sería la ambigüedad de la realidad
entre la locura y la cordura.
El argumento es un desarrollo concreto de la idea. El
argumento del Quijote, muy resumido es más o menos el siguiente:
Un hidalgo manchego
llamado Alonso Quijano enloquece a causa de su afición por la lectura de libros
de caballerías y se convierte en un caballero andante, “deshacedor” de
entuertos. El argumento sería una visión muy general de la historia, lo que
solemos contar cuando vemos una película y luego alguien nos pregunta de qué
va. El material del que está hecho el esqueleto de la novela, es la historia
que se cuenta. La novela siempre narra una historia.
La forma clásica
de la división de una novela son los capítulos. Cada capítulo integra una
unidad de lectura que a su vez posee una unidad narrativa. La división en
capítulos nos ayuda a variar el tema, a mantener la intriga, a pasar de una
trama a una subtrama y a manejar el tiempo. Cada capítulo es una pieza del
puzzle y debe estar integrado en la estructura general para que el lector, al
unirlas, termine formando la imagen que el novelista ha dibujado para él.
La novela no
refiere sólo una historia, como sucede con el cuento, sino que está trenzada
con otras pequeñas historias –las de los personajes secundarios- que colaboran
entre sí para sostener a la principal. Estos subargumentos o tramas secundarias
deben apoyar la idea central de la novela y facilitar su desarrollo.
Entre la novela y
el cuento existe un puente que proporciona al escritor un camino distinto, que
acoge algunas características del cuento y otras de la novela. Muchos autores
de narraciones han optado alguna vez por esa posibilidad rica y diversa pero
poco conocida: la novela corta.
El cuento, que
debe tener entre 2000 y 30000 palabras (el cuento corto entre 100 y 2000)
La novela con un
mínimo de 50000 palabras.
Y la novela corta
entre 30000 y 50000 palabras.
La novela corta se
encuentra a medio camino entre el cuento y la novela, pero no solo en cuanto a
la extensión, sino también en cuanto a las características.
La novela corta
conserva parte de la intensidad del cuento, de su espíritu de mundo cerrado
esférico, también toma de la novela la capacidad de desarrollo de la trama y el
proceso evolutivo de los personajes; y sin embargo conserva del cuento la trama
única y el tono uniforme del narrador.
La novela corta
aunque menos famosa, menos comercial y menos leída en nuestra época,
proporciona al escritor una oportunidad más de expresión, un molde lleno de
posibilidades. Porque a veces el desarrollo de una idea requiere más espacio
que un cuento y menos que una novela. Y no sólo espacio, sino también aquellas
características que hemos enumerado antes y que dan a la novela corta el
rasgo de tercera vía, permitiendo al
escritor dejar “respirar” a su historia, sin hincharla artificialmente ni mutilarla
en su esencia.
RECURSOS Y JUEGOS
LINGÜÍSTICOS
La metáfora III
El contexto en el
que nuestras metáforas van a desarrollarse es muy importante, porque no es lo
mismo incluir metáforas en un poema que en un texto narrativo. La poesía es a
veces metáfora pura, pues su ritmo y su finalidad evocadora integran esta
figura literaria en su estructura de manera constante. Pero cuando escribimos
en prosa, la metáfora debe aplicarse de manera muy diferente.
Para terminar con
la metáfora, veamos algunos consejos sobre cómo utilizar al escribir narrativa:
Hay que huir del
exceso de metáforas. Una metáfora es narrativa tiene valor no sólo por su
belleza, sino porque apoya aquello que se está contando, porque nos enseña un
nuevo matiz de lo que se narra. Si enlazamos una metáfora detrás de otra en un
texto narrativo, éste terminará siendo enrevesamiento poético, es decir, poco
eficaz como relato.
Una metáfora bien
hallada vale más que diez mediocres, y cuando hablamos de metáforas mediocres
nos referimos a aquellas que recurren a lugares comunes, esas metáforas, oídas,
escritas, leídas miles de veces. Hay que “transportar más lejos las palabras”,
no quedarse en lo obvio, sino buscar aquella analogía original que expanda el
término real y que lo lleve a un nuevo lugar, a un lugar donde ese término
nunca ha estado.
Ejercicio
Intentar elaborar
una lista de metáforas
Escoger la que más
guste y escribir un texto con lo que esa metáfora sugiera. No hay que pararse a
pensar, hay que escribir lo primero que vega a la cabeza lo que surja
directamente de esa imagen, pero sin incluir esa metáfora.
Cuando el texto
esté escrito y corregido, entonces incluirla.
LECTURAS
RECOMENDADAS
PROPUESTA DE
EJERCICIO
Recordar una
historia real, algo que haya sucedido. No sirve una anécdota, debe ser una historia con un principio, un desarrollo
y un final.
Hay que hacer dos
cosas:
En primer lugar,
redactar el argumento, la línea principal de la acción.
Después, elaborar
un esquema con las subtramas que surgirán de esta historia principal si se
decidiera narrarla.
La novela es como
un árbol:
La historia
principal conforma el tronco; las subtramas que la integran ejercen la función
de ramas, y éstas no son autónomas, sino que están conectadas entre sí, se
alimentan de la misma savia y dependen de su tronco.
Se aconseja
dibujar un árbol:
Tronco-personajes
y la trama principal
Ramas- los
personajes secundarios y las subtramas.
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