Hasta ahora se ha hablado
del narrador, o sea, de aquel que cuenta la historia, y del estilo, es decir,
de cómo está contada. Ahora se especificarán las variaciones que se establecen
entre los dos grandes géneros narrativos: El cuento y la novela.
El cuento:
Durante mucho tiempo, la
palabra “cuento” definía las fábulas orales y escritos destinados a los más
pequeños. La palabra “relato” por otra parte se refería a la narración corta
destinada al lector adulto. Hoy se utilizan los dos términos –relato corto y
cuento- para designar lo mismo, aunque conviene aclararlo, ya que, aún hoy el
término “cuento” sigue prestándose a confusión. Aquí hemos elegido el término
“cuento” para definir la narración corta; de hecho, a veces empleamos la
palabra “relato” referida a una narración en general, al igual, que utilizamos
“texto” o “historia”
Las definiciones del cuento,
que han ido variando a lo largo de los siglos, son en la actualidad muy
variadas; no podía ser de otra forma tratándose de un género tan antiguo, que
tiene sus raíces en la tradición oral, y que procede de regiones geográficas
tan diversas.
El cuento es breve, intenso
e incisivo; profundiza en un solo punto, ahondando en la historia; es un
torrente de aguas rápidas y sin remansos, aguas que llevan al lector casi en
volandas hasta el final del relato. En cambio, la novela es un río en el que
confluyen otros afluentes –tramas complementarias y personajes secundarios- que
nos permiten variar el ritmo, movernos con mayor libertad.
En un relato nada sobra, los
ornamentos estarían de más. El cuento es una línea ascendente y todos sus
elementos colaboran entre sí para formar un crescendo hasta el desenlace, que
debe constituir una descarga de energía continua a lo largo del relato. Cuando
esa maquinaria funciona, entonces el relato posee una capacidad de “succión”
sobre el lector.
Esa captación absoluta de la
atención del lector no se puede conseguir a lo largo de doscientas páginas,
pero si en cinco, en diez o en quince. Gran parte del éxito del cuento depende
de las aptitudes narrativas de cada uno, pero hay también una parte de oficio
en el arte de escribir cuentos.
La estructura del cuento
Dos características dan al
cuento esa capacidad de imán al lector:
-Unidad
-Intensidad
En el relato solo cabe una
historia. La mirada del lector se centra en unos personajes desde el principio
y la tensión gira alrededor de un solo conflicto.
De esa unidad se encarga
también el narrador: mantener un mismo tono durante todo el relato ayuda a
crear esa atmósfera que solidifica, que une entre sí toda la narración.
La narración corta se
desarrolla con una sola voz que todo lo cohesiona en el espacio del relato, en
esa atmósfera única, cerrada y redonda.
El ritmo único es también
imprescindible para conseguir la unidad.
En palabras de Truman
Capote:
“Un
cuento puede ser arruinado por un ritmo defectuoso en una oración
–especialmente al final- o por un error en la división de los párrafos y hasta
en la puntuación”
Se puede decir que lo
accesorio en el cuento es todo aquello que no está al servicio de la historia,
que no sirve para caracterizar a los personajes o para desarrollar la acción.
Una de las palabras clave
que debemos tener en la menta al escribir narraciones cortas es “seleccionar”
una palabra con forma de tijeras.
Omitir es otra de las leyes
que rigen los buenos relatos: no contarlo todo es una forma de seducción. Pues uno
seduce al lector con sugerencias, enseña una parte y guarda otra que el lector
reconstruye en su imaginación y, eso también forma parte de la selección.
Omitir no significa
oscurecer el cuento, ya que, si mutilamos datos esenciales de la historia, ésta
no se entiende. Cuando leemos un buen relato, la trama está clara en nuestra
mente: sabemos lo que ha sucedido en ese breve e intenso espacio del cuento y,
sin embargo, algunos de esos sucesos no se nos han contado de una forma
directa. Eso es debido a que alguno de ellos pertenece a la historia oculta.
Se dice que en el cuento
fluyen siempre dos historias:
Una, la anécdota de lo que
se nos cuenta.
Dos, la invisible, la
cifrada.
El escritor de cuentos teje
con dos hilos uno blanco y otro negro. El hilo blanco –la historia 1- suele ser
lo cotidiano, la anécdota, los días que se suceden, la historia evidente. El
hilo negro –la historia 2- es lo secreto que se teje bajo la superficie que
está hilado por esas pequeñas cosas que nos inquietan en medio de lo cotidiano.
La historia que importa, aquella que quiere referirnos el
escritor, la historia 2, se cuenta de forma cifrada entre los intersticios de
la historia evidente, de la historia 1.
La tensión en el cuento va
in crescendo desde el principio, es una línea ascendente en intensidad, de tal
forma que el desenlace debe ser una descarga de energía contenida.
El efecto sorpresa se
produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.
En realidad lo que estamos
haciendo es crear intriga en el lector.
El escritor tiene en sus
manos la información y su estrategia debe consistir por un lado en entregar con
parsimonia esa información y por otro crear estímulos, expectativas sobre la
misma.
Tejer con dos hilos no es
tarea fácil. Cada uno está fabricado de un metal distinto: uno, solido y
detallado; otro, sutil e invisible.
A continuación Ricardo Piglia analiza más detalladamente la tesis de las
dos historias en el link de su artículo
RECURSOS Y JUEGOS
LINGUISTICOS
La metáfora II:
Volvemos a la metáfora, a
ese medio de “transportar” las palabras. Hablemos ahora de las relaciones de
semejanza, y para ello hay que empezar recordando una de las definiciones de
metáfora más comunes.
La metáfora designa un
objeto mediante otro que tiene con el primero una relación de semejanza.
La metáfora es la
transformación de dos conceptos en algo
nuevo, diferente.
La metáfora no se presta a
clasificaciones cerradas a no ser que los mutilemos; asi que hemos escogido
solo los casos más usuales de relación de semejanzas.
-Semejanza física entre dos
términos
Cabellos de oro
Cabellos rubios= color
amarillo
Oro= metal amarillo
El color amarillo establece
la relación de semejanza física.
-Semejanza psicológica o
espiritual entre dos términos
Es un tiburón de las
finanzas
-Semejanza de comportamiento
entre dos términos
La vejez es el crepúsculo de
la vida
La semejanza se establece
entre los dos términos por una similitud de comportamientos.
El crepúsculo es el final
del día, y la vejez el final de la vida.
-Afinidad de valor
Marta es una alhaja.
Ejercicio
Buscar una metáfora de cada
uno de los tipos de relación.
PROPUESTA DE EJERCICIO
Leer el relato del enlace de
Roald Dhal “La subida al cielo” subrayar los puntos en los que aparece la
historia 2. Analizar las actitudes que adoptan los personajes, las omisiones de
las que se ha servido el narrador y los avisos de que “no todo es lo que
parece”, o sea, todo lo que nos facilite los datos necesarios para reconstruir,
al final, la historia del asesinato.
1 comentario:
Gracias Jaime, me alegro de que te resulte interesante. Con respecto a intercambiar información, me parece perfecto.
Un saludo,
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