En ella
no es su belleza -si la tuviera-
lo que le hace distinta,
tampoco su forma de vestir
o su pelo
cada día más pobre,
ni sus arrugas ya
indiscretas en las palmas de las manos
o en los pliegues del
cuello,
siempre alejado de los
hombros,
siempre despejado,
siempre libre.
En ella, el rojo es su táctica
para ser feliz.
Juega con las letras,
y con las energías de los
minerales,
a los que escucha como si
le cantasen coplas.
Ahora ha encontrado otra
parte de ella
en el libro que sujeta con
seguridad y agradecimiento.
Ahora que el tiempo le
permite conversar con las ideas
descubre que no es tan malo
hacerse mayor,
que envejecer rica en
inquietudes
y pobre en tiempo, tiene
enmienda.
En ella, lo que le
diferencia del resto
es el respeto por la
belleza,
la seguridad del trabajo
bien hecho,
la capacidad de lucha
consigo misma,
por equilibrar el SI con el
NO.
En ella el rojo es su
salvación.
