domingo, 30 de noviembre de 2014

Las coordenas narrativas: El tiempo





Nos hemos ocupado de la mirada y la voz del narrador, y de los personajes que deambulan por la ficción. Ahora le toca el turno a la construcción del país en que habitan todos ellos. Tiempo, lugar y acción son las coordenadas que dan consistencia a este país ficticio que cada escritor imagina, tejiendo una red de la que se “prende” la historia para existir.
El tiempo, tal vez sea el tema más complejo debido a la cantidad de vertientes que contiene y porque sobre él descansan algunas de las cuestiones narrativas más importantes, como la estructura y el ritmo del relato. De ahí que el señor tiempo haya sido materia continua de experimentación en la literatura y no solo materia, sino también tema: es el protagonista indiscutible de un sinfín de cuentos y novelas.
Se dice que la literatura, al igual que la música, es un arte que precisa de la sucesión del tiempo y del movimiento para su composición. Frente a otras artes, como la escultura y la pintura, que se consideran especiales, la literatura es tiempo.
El reloj de la literatura funciona de un modo distinto al nuestro. El tiempo en el que habitamos los seres humanos sigue un orden cronológico y medido. En el tiempo real, el nacimiento sucede antes que la muerte y una hora dura siempre sesenta minutos. En cambio, en la ficción podemos contar la muerte antes que el nacimiento. El tiempo de la literatura es elástico, flexible, poroso y nos ofrece libertades que el tiempo real no posee, aunque también se rige por leyes propias. 
 
Además del tiempo rígido que marca el calendario, al que llamaremos tiempo objetivo, también nos desenvolveremos dentro de otro tiempo, un cronómetro interno, psicológico, que depende de nuestro estado de ánimo y al que denominaremos tiempo subjetivo.
La intersección de estos dos tiempos nos da el cronómetro vital de los seres humanos el del Homo sapiens. No obstante, en la sociedad del Homo fictus también intervienen estos dos tiempos.
 
De los tres “jugadores” que participan en la literatura: el escritor, el narrador y el lector, sólo el segundo está dentro de ese tiempo de ficción. El escritor y el lector viven inmersos en la época que les ha tocado vivir y eso influye, tanto a la hora de escribir una obra como a la hora de leerla.
Llamaremos a ese tiempo exterior a la ficción, pero que influye de forma decisiva en ella, tiempo externo, un concepto muy valioso para nosotros como lectores, porque, incluso si nos enfrentamos a una narración fantástica, seremos capaces de seguir las huellas de la época en la que vivió el escritor.
 
El tiempo interno es el que circula dentro de la narración. Cada cuento o cada novela posee su propio tiempo, un tiempo protegido del exterior en su calidad de mundo inventado. Aprender a manejar este tiempo es dominar muchos de los secretos del ritmo, de la intriga y de la construcción argumental. En cualquier narración funcionan dos segmentos de tiempo:
 
El tiempo de la acción: orden y duración de los acontecimientos.
El tiempo de la narración: orden y duración de la narración.
El tiempo de la acción: es la duración real de la historia.
Ejemplo: Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, abarca un periodo de cien años en la vida de una familia los Buendía.
El tiempo de la acción sería entonces la línea temporal que recorre esos cien años en duración real y orden cronológico. Pero García Márquez, para contar esos cien años ha elegido secciones temporales, acontecimientos que explican la historia, y ha pasado por encima de los tiempos muertos omitiendo semanas meses e incluso años enteros.
Además, la historia no está contada de un modo ordenado, sino que el lector salta en el tiempo continuamente hacia delante y hacia atrás.
A esa selección de momentos y a esa forma de ordenar la historia es a lo que llamamos tiempo de la narración.
En cuanto al orden. El tiempo de la acción es lineal –los hechos ocurren en sucesión cronológica-, pero el tiempo de la narración puede variar ese orden: permite empezar una historia por el final y luego contar el principio, o empezar por la mitad, o ir dando saltos arbitrariamente hasta reconstruir la narración a los ojos del lector como quien compone un puzle.
En cuanto a la duración. El narrador tiene potestad sobre el tiempo de la narración para apresurarlo, ralentizando o hacerlo desaparecer.
Estos dos tipos de relaciones –de orden y duración- que se producen entre el tiempo de la narración marcan las reglas del juego respecto al tiempo de la ficción.
 
La máquina del tiempo funciona de la forma siguiente:
Las distorsiones que se producen entre los dos segmentos de tiempo se llaman anacronías.
La anacronía es la alteración del orden cronológico del tiempo de la acción con respecto al tiempo de la narración.
Si situamos al narrador en un eje temporal, puede desplazarse hacia atrás o hacia delante respecto a ese eje, al que llamaremos tiempo principal.
El narrador elige un tiempo principal y desde ahí viajan hacia el pasado o hacía el futuro de ese instante en el que narra, de tal forma que, dentro del texto, ese tiempo principal convive con otros tiempos secundarios. Esa diversidad de estratos o planos temporales aportan al relato profundidad  y riqueza narrativa y concede al escritor unas posibilidades de juego con las que no contaría si el narrador respetara un riguroso orden cronológico.

Las formas básicas de anacronía son la analepsis y las prolepsis.
Cuando el narrador relata un hecho situado en el pasado respecto al tiempo principal, ese retroceso se llama analepsis.

Cuando el salto se produce hacia delante, hacia el futuro, el término empleado es el de prolepsis.

El uso de las anacronías obedece a muy distintos objetivos.
Estos son las más importantes:
La caracterización de personajes: a veces debemos dar pistas sobre el pasado o el futuro del personaje para caracterizarlo de forma más completa.

El desarrollo de la intriga: dosificando la información y ocultando hechos; por ejemplo, se omite un suceso y, después, en el transcurso de la narración, se hace una alusión retrospectiva del mismo.
La manipulación de las expectativas del lector, adelantando la información sobre lo que va a suceder.

La creación de cierto tipo de atmósferas (de misterio, intriga, tensión, etc)
Esta estratificación del tiempo, es decir, esa cohabitación de épocas distintas con las que juega la literatura, interviene en dos niveles de narración:
En el micronivel: el narrador, mediante un juego de tiempos verbales, puede introducir distintas épocas en un mismo párrafo.
En el macronivel: actuando en la arquitectura, en la estructura del relato, es decir, en la forma en que está organizada la historia.
El punto de vista temporal y los tiempos verbales
El narrador se ubica en ese tiempo principal o punto de vista temporal, pudiendo utilizar cada uno de los tiempos verbales –pasado, presente o futuro-.
Dispone, pues, de tres alternativas:
Situarse en el pasado: el narrador cuenta algo que ya ha sucedido y que, por naturaleza, es invariable. Es el tiempo más utilizado en la técnica narrativa.
Situarse en el presente: el narrador cuenta lo que está sucediendo en ese instante. Su punto de vista temporal está situado en la misma línea narrativa que la acción, de forma que los hechos ocurren al mismo tiempo que se cuentan.
Situarse en el futuro: el punto de vista temporal se sitúa en algo que todavía no ha sucedido, que ocurrirá en un futuro mediato o inmediato. El futuro da al narrador, en algunos casos, un tono imperativo, de mandato, como si tuviera control sobre lo que va a suceder.
El escritor tiene otra alternativa en el espacio gramatical del futuro: puede optar por el tiempo de la posibilidad, esto es, un tiempo que tiende su mano hacia el porvenir, pero no como certeza, sino como probabilidad. Es el tiempo condicional, que expresa una acción probable o posible, una suposición o un cálculo aproximado.
El tiempo subjetivo
Presente, pasado y futuro pertenecen al modo indicativo y, por tanto, expresan una actitud objetiva del hablante –se narra una acción real-. Pero existe otro modo, el modo subjuntivo, que da cuenta de los deseos, las dudas o los temores del que habla. Es un modo verbal que presenta hechos que acontecen en la mente del personaje y no en su realidad, un modo verbal conectado muy directamente con ese reloj mental del personaje,  el tiempo subjetivo, un tiempo que hay que tener en cuenta a la hora de narrar.
El tejido verbal de un texto, es decir, el dibujo temporal que se hila en cada párrafo, debe tender a atar todos los cabos, del pasado, del presente y del futuro, así como también los otros tiempos, el tiempo del deseo y del temor, que acontecen en la mente del personaje.
RECURSOS Y JUEGOS LINGÜÍSTICOS
La enumeración
El recurso de la enumeración ha convocado a las musas en todas las épocas de la literatura. Así se expresa el escritor colombiano Fernando Vallejo con respecto a la enumeración en literatura:
La literatura a fin de cuentas es una larga enumeración. El famoso catálogo de las naves del segundo canto de la Ilíada enumera los pueblos que concurren a la guerra de Troya: “Los que venían de Argos… Los que venían de Lacedemonia… Los que venías de Pilos…." Por casi cuatrocientos hexámetros, Homero hace el recuento de los asaltantes y defensores de la ciudad ¿Pero qué otra cosa es la Ilíada en sí sino la prolongada enumeración de los incidentes de esa guerra?
Como en el lenguaje común, enumerar es reseñar todos aquellos elementos que componen un conjunto. Se trata de un recurso estilístico que a menudo nos pasa desapercibido en nuestras lecturas, pero del que está plagada la narrativa del siglo XX, por su capacidad de provocar ritmos y crear imágenes poderosas que pueden estar cargadas de un notable contenido poético.
La enumeración es música y cajón de sastre donde términos lejanos se unen para alumbrar desconcertantes armonías de significado y sonido.
Además de una oportunidad para introducir poesía en medio de la prosa, la enumeración pone en nuestras manos una fórmula eficaz para contar muchas cosas en un solo párrafo.
Tipos de enumeración
Enumeración completa: Se produce cuando los dos últimos miembros están unidos por coordinación(1)
Enumeración incompleta: Es cuando los dos últimos elementos de la enumeración vienen ligados por yuxtaposición(2), lo que produce asíndeton.
Enumeración mixta: En este caso, la  unión de los miembros se produce por polisíndeton.
Ejercicio
 
Hacer una lista de amigos o conocidos, a continuación detallar los rasgos principales de cada uno de ellos.
Intentar enumerar a los personajes –usando combinaciones de sustantivo + adjetivo- siguiendo los distintos tipos de enumeración: completa, incompleta y mixta.
 
LECTURAS RECOMENDADAS
 
Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo del volumen ojos de perro azul (Gabriel García Márquez)
La máquina del tiempo (H.G.Wells)
Vida y opiniones del Cabellero Tristram Shandy (Laurence Sterne)
El experimento del Dr. Heidegger del volumen Wakefield y otros cuentos (Nathaniel Hawthorne)
 
PROPUESTA EJERCICIO
Una pareja se encuentra por casualidad después de años de separación. El narrador en tercera persona omnisciente, recreará para el lector la historia que vivieron esas dos personas  y el motivo de la ruptura. Anticipará el futuro, aquello que va a suceder tras el encuentro. Eso significa que el narrador omnisciente deberá tender un hilo hacia delante y otro hacia atrás y explicar la trascendencia, para la vida de los personajes de esa casualidad. No se propone un entorno ni una situación concreta para no cerrar la propuesta. Pero se debe narrar de tal forma que el lector lo vea, es decir, se debe crear un ambiente (cómo y dónde se encuentran), caracterizar  a los personajes y definir las circunstancias concretas de ese diálogo.
 
(1) Relación de unión o exclusión entre oraciones simples sin que exista ningún tipo de subordinación entre ellas. Están unidas por un nexo
(2) Relación entre dos o más oraciones simples sin ningún nexo que las una. Se separan por una pausa en el lenguaje oral y por una coma en el escrito.
 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Veladas nocturnas en la Fundación Lázaro Galdiano



 
El 31 de Octubre pude disfrutar, muchísimo, de una velada literaria en la Fundación Lázaro Galdiano.  Ignacio Vleming y Vanesa Pérez Sauquillo fueron  los poetas encargados de introducirnos en ese recorrido.
 
No voy a desvelar mucho de esta visita, ya que os recomiendo a todos que si tenéis ocasión, disfrutéis en vivo de ella.
 
El primer texto que nos leyó Vanesa, magistralmente, fue el siguiente fragmento de Salomé de Oscar Wilde.

Ah! No me estás escuchando. Tranquilízate. Mírame a mí, ¿acaso no estoy calmado? Yo estoy totalmente calmado. Escucha. Tengo joyas escondidas en este palacio- joyas que incluso tu madre jamás ha visto; joyas que son maravillosas a la vista. Tengo un collar de perlas, dividido en cuatro hileras. Son como lunas encadenadas con rayos de plata. Son incluso como medio centenar de lunas atrapadas en una red de oro. Descansaron en el pecho de marfil de una reina. Serás tan hermosa como una reina cuando las uses. Tengo amatistas de dos clases, una que es negra como el vino, y una que es roja como vino coloreado por agua. Tengo topacios amarillos como ojos de tigres, y topacios rosas como ojos de una paloma torcaz, y topacios verdes como ojos de gatos. Tengo ópalos que siempre arden, con una llama que es fría como el hielo, ópalos que entristecen las mentes de los hombres, y que le temen a las sombras. Tengo piedras de ónix como pupilas de mujeres muertas. Tengo piedras lunares que cambian cuando la luna cambia y que palidecen cuando ven el sol. Tengo zafiros como grandes cascarones, y tan azules como flores. El mar se mueve dentro de ellos, y la luna nunca viene a perturbar el azul de sus olas. Tengo crisolitos y berilos, y crisopacios y rubíes; tengo piedras sardónicas y jacintos, y piedras calcedonias, y te las daré todas a ti, e incluso más cosas te daré. El rey de las Indias me acaba de mandar cuatro abanicos adornados con plumas de pericos, y el rey de Numidia un atuendo con plumas de avestruz. Tengo un cristal, en el que no es permitido que mujer alguna mire, y que ningún joven puede mirar a menos que haya sido golpeado con palos antes. En un cofre de nácar tengo tres maravillosas turquesas. Aquel que las usa en su frente puede imaginar cosas que no son verdad, y aquel que las usa en su muñeca puede hacer estériles a las mujeres que no lo son. Estos son tesoros maravillosos. Son tesoros que no tienen precio. Pero esto no es todo. En un cofre de marfil tengo dos copas de ámbar que son como manzanas de oro puro. Si un enemigo vierte veneno en ellas, se convierten en manzanas de plata. En un cofre incrustado con ámbar tengo sandalias con incrustaciones de cristal. Tengo mantos que han sido traídos de la tierra de Serer, y brazaletes guarnecidos de carbunclos y con jade traído de la ciudad de Éufrates... ¿Qué más puedes desear aparte de esto, Salomé? Dime aquello que desees, y te lo daré. Todo lo que me pidas te daré, excepto una cosa. Te daré todo lo que es mío, excepto la vida de un hombre. Te daré el manto del sumo sacerdote. ¡Hasta te daré el velo sagrado del templo!"
 
Este cuadro de Joshua Reynolds "Lady Sondes" fue otro de los que nos presentaron en esta Velada.


 

Lectura "Retrato Oval" de Edgar Allan Poe:

"Era una joven de peregrina belleza, tan graciosa como amable, que en mal hora amó al pintor y se desposó con él. Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y había puesto en el arte sus amores; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un cervatillo, amándolo todo, no odiando más que el arte, que era su rival, no temiendo más que la paleta, los pinceles y demás instrumentos importunos que le arrebataban el amor de su adorado. Terrible impresión causó a la dama oír al pintor hablar del deseo de retratarla. Mas era humilde y sumisa, y sentóse pacientemente, durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido lienzo solamente por el cielo raso. El artista cifraba su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora, de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño, pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no veía que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos de su mujer, que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía más y más, porque veía que el pintor, que disfrutaba de gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la imagen de la que tanto amaba, la cual de día en día tornábase más débil y desanimada. Y, en verdad, los que contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su semejanza maravillosa, prueba palpable del genio del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba. Pero, al fin, cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la torre; porque el pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo, y levantaba los ojos rara vez del lienzo, ni aun para mirar el rostro de su esposa. Y no podía ver que los colores que extendía sobre el lienzo borrábanse de las mejillas de la que tenía sentada a su lado. Y cuando muchas semanas hubieron transcurrido, y no restaba por hacer más que una cosa muy pequeña, sólo dar un toque sobre la boca y otro sobre los ojos, el alma de la dama palpitó aún, como la llama de una lámpara que está próxima a extinguirse. Y entonces el pintor dio los toques, y durante un instante quedó en éxtasis ante el trabajo que había ejecutado. Pero un minuto después, estremeciéndose, palideció intensamente herido por el terror, y gritó con voz terrible: "¡En verdad, esta es la vida misma!" Se volvió bruscamente para mirar a su bien amada: ¡Estaba muerta!"

Otro de los cuadros que nos ofrecieron en bandeja de plata fue el de  "El Salvador adolescente" se le atribuía a Leonardo da Vinci aunque se dice que no era suyo.
La lectura escogida para esta obra de arte era un fragmento del libro "Entrevista con el vampiro" de Anne Rice.

 

 
Este objeto llamó mucho mi atención. Curioso, Urna que recoge las cenizas de un ruiseñor.